sábado, 30 de agosto de 2008

10.- CARACTERIOLOGIA

I. Introducción

Cada persona es como es, como Dios la hizo y con la historia de su vida. Puede ser una persona que tiene una fuerza de voluntad enorme, o una que tiene una voluntad débil; una con una inteligencia clara, viva, ágil, o una que hay que decirle las cosas con mucha sencillez y claridad porque no capta fácilmente las ideas. Hay la persona activa y la dada a la inactividad. El emotivo y el no emotivo. Estos rasgos constituyen el temperamento con que todo ser humano nace, pero que moldea, ajusta o perfecciona, de acuerdo a la educación y experiencias que tiene durante toda su vida, formando así su carácter y personalidad, que viene siendo la manera de ser habitual de la persona, lo que le diferencia de los demás.

El Temperamento. Es un fenómeno de la naturaleza emocional de un individuo que condiciona sus reacciones psicológicas y fisiológicas. Incluye la susceptibilidad a la estimulación emocional, la velocidad e intensidad con que habitualmente reacciona, la cualidad del estado de ánimo dominante y sus características. El temperamento es lo que la persona ha recibido de la naturaleza, pero no es todo el individuo. Se tiene que considerar lo que se conquista por la educación y por la propia experiencia. "El hecho de que el temperamento esté fundamentalmente determinado por la herencia no supone que sea inmodificable y esto es importante de tener en cuenta" (Felix Acha Irizar, Introducción a la Psicología, p. 205). La integración de todos los rasgos y características del individuo (somáticas, intelectuales, temperamentales), las condiciones ambientales y las experiencias afectivas y educacionales que experimente, van a determinar su propia forma de comportarse.

El Carácter. Incluye el temperamento y además todos los elementos adquiridos que lo especifican de una manera determinada, esto es, la modificación del temperamento por la educación y el trabajo de la voluntad, y consolidado por el hábito y las experiencias vividas.

Es importante el estudio de los caracteres para tener un conocimiento básico de las cualidades y posibles defectos del formando y así poderle ayudar a potenciar los talentos que ha recibido de Dios. Pero es conveniente señalar que nunca se debe hacer un juicio precipitado o definitivo sobre el carácter de la persona, porque ningún carácter existe puro en la realidad; generalmente se hayan mezclados y con matices muy diversos. Lo importante es conocer los rasgos generales de los caracteres tipo para que el formador los tenga como guía para su observación.

La ciencia que se encarga del estudio de los diferentes caracteres es la caracteriología. Esta ciencia tiene por objeto determinar los distintos caracteres sin dar un juicio sobre ellos. No se trata de saber si uno es mejor que el otro, o si uno tiene más o menos valor, pues todo carácter tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

Es importante señalar que a cada tipo de carácter se le puede y debe potenciar: al que haya recibido un talento se le pedirán cuentas de ese único talento que recibió, al que haya recibido cinco tendrá que rendir cuentas de esos cinco. Lo esencial no radica en el carácter que tenga el dirigido sino lo que logre hacer con él. No es el carácter lo que en sí mismo tiene valor, sino el hombre que lo tiene y sabe usarlo para sacar un mayor provecho de él.

También es importante aclarar que aunque la personalidad de todo ser humano se forja sobre todo en los primeros años de su vida, para la gracia de Dios no hay tiempos o límites de actuación, por ello, todo ser humano, en cualquier etapa de su vida, es perfectible.

La clasificación clásica de los diversos caracteres se hace en base a tres factores fundamentales:

a. La emotividad: es una disposición cuya esencia consiste en vibrar interiormente con mayor o menor intensidad frente a los estímulos.

b. La actividad: es una tendencia congénita, íntima y asidua que empuja a obrar y a crearse ocasiones para obrar.

c. La resonancia: es la reacción más o menos prolongada que se produce en la conciencia psicológica, después de una sensación o impresión. Puede ser de dos especies:

* Primaria: es inmediata pero de breve duración.
* Secundaria: la impresión que se da, penetra poco a poco en lo más profundo de la conciencia psicológica y permanece mucho tiempo allí.

A. Carácter Inquieto (Emotivo-noActivo-Primario)
http://es.catholic.net/familiayvida/157/2919/articulo.php?id=34689

B. Carácter Reflexivo (Emotivo-noActivo-Secundario)
http://es.catholic.net/familiayvida/157/2919/articulo.php?id=34691

C. Carácter Dinámico ( Emotivo-Activo-Primario)
http://es.catholic.net/familiayvida/157/2919/articulo.php?id=34692

D. Carácter Apasionado (Emotivo-Activo-Secundario)
http://es.catholic.net/familiayvida/157/2919/articulo.php?id=34694

E. Carácter Realista (noEmotivo-Activo-Primario)
http://es.catholic.net/familiayvida/157/2919/articulo.php?id=34696

F. Carácter Férreo (noEmotivo-noActivo-Primario)
http://es.catholic.net/familiayvida/157/2919/articulo.php?id=34697

G. Carácter Adapatable ( noEmotivo-Activo-Secundario)
http://es.catholic.net/familiayvida/157/2919/articulo.php?id=34699

H. Carácter Conservador (noEmotivo-noActivo-Secundario)
http://es.catholic.net/familiayvida/157/2919/articulo.php?id=34700

DINAMICA

Cada pareja llenará en forma individual el cuestionario para el Estudio del Carácter con el fin de determinar qué tipo de carácter tiene cada uno. Así mismo lo aplicarán a cada uno de sus hijos lo que les dará una visión más clara de la composición familiar con relación al carácter.

Para responder el cuestionario:

Cada número encierra tres preguntas que expresan modos diferentes de actuar.
En la columna “Evaluación del Sujeto” anote en el guión el número de referencia que mejor describa su conducta ordinaria.
Si no puede decidirse por una de las preguntas, escoja la que más le pueda describir. Pero no deje espacios en blanco.
Al final sume la columna de “Evaluación del Sujeto” y divídalo por 10 y obtendrá la evaluación de ese aspecto.

Un carácter será emotivo si tiene una puntuación de cinco o más de cinco. Si es más de ocho se considera muy emotivo.
Un carácter es no emotivo si tiene una puntuación inferior a cinco. Si es inferior a tres, se considerará específicamente no emotivo.
Lo mismo cabe decir en relación con la actividad y no actividad.
Para la resonancia, el carácter será secundario si se obtiene una puntuación de cinco o más de cinco. Y será primario si es inferior a cinco.

Para descargar el Cuestionario
Http://es.catholic.net/catholic_db/archivosWord_db/cuestionario_del_caracter.doc

viernes, 29 de agosto de 2008

10.A.- CARACTER INQUIETO.

A. Carácter Inquieto (Emotivo-noActivo-Primario)
Una persona con carácter Inquieto es idealista y muy sensible, siente la necesidad de tener emociones y de vivir intensamente.

1. Descripción de los rasgos más característicos.

Una persona con carácter Inquieto es idealista y muy sensible, siente la necesidad de tener emociones y de vivir intensamente. Por su emotividad, su reacción a las impresiones es inmediata e impulsiva, cambia de humor según la emoción del momento, pasa del entusiasmo al desaliento, de la alegría a la tristeza y del amor al odio.

Busca resultados inmediatos y que no impliquen mucho esfuerzo, le resulta muy difícil centrarse en el trabajo. Es perezoso, distraído, inconstante e irreflexivo. Tiene pocos intereses intelectuales. Está mal dotado para la comprensión, la memorización, la abstracción y el razonamiento lógico.
Su inteligencia es más intuitiva que lógica. Tiene una gran predisposición para la literatura, poesía y las bellas artes. Destaca por su imaginación viva y la expresión espontánea.

Entre sus potencialidades se puede decir que es sumamente sensible a la belleza, su comportamiento social es agradable y generoso lo cual le hace tener muchos amigos, aunque sean superficiales. Es delicado, alegre; generalmente optimista y afable. La emotividad es su fuerza. Su valor dominante es la diversión, la alegría de vivir el momento actual.

La mayor limitación caracterológica es su movilidad tanto sentimental como de humor. A veces quiere huir de sí mismo, a base del alcohol o de los amigos, por esa emotividad que le impide sistematizar su vida.

2. Comportamiento religioso.

El inquieto experimenta el contacto con Dios de una manera rápida, muchas veces con mucha fantasía. Este tipo de carácter se siente atraído hacia el ideal religioso. Experimenta una potente necesidad de amar y de imitar a alguien, sin embargo, por ser no activo, no está predispuesto al esfuerzo que supone el servicio de Dios o del prójimo.

Siente la piedad como emoción religiosa y frecuentemente bajo un punto de vista estético o poético. Ama la oración breve y personal que le conmueva. No tiene aptitudes para la meditación, o se distrae, o se duerme. No hace reflexión evangélica, sino que lee el Evangelio como una novela, por esa hambre de emociones y de imágenes rápidas.

Su religiosidad es superficial. Las pruebas: enfermedades, decepciones, la muerte de un amigo, le pueden ayudar a volver momentáneamente hacia Dios, pero su vida no cambia realmente porque sus reacciones son fugaces. A este carácter espontáneo, movedizo y cambiante le resultan duros los compromisos metódicos, la disciplina, los horarios.

No puede estar tranquilo. Sometido a la inspiración del momento, se distrae o se aburre. Le cuesta la vida espiritual y el apostolado organizado. Si se afirma que la santidad consiste en la constancia de hacer la voluntad de Dios, la santidad del nervioso consistirá en la constancia de levantarse de sus inconstancias en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

El inquieto está muy expuesto a la incontinencia sexual. Muchas de sus excitaciones terminan en pecado, dada su gran impulsividad, sobre todo cuando se trata de jóvenes. Debido a su gran sensibilidad por la belleza, su afán de novedad y su desmesurada vanidad, busca en el amor sensaciones pasajeras y no la fidelidad de un amor profundo.

3. Pedagogía pastoral.

La iglesia cuenta con grandes santos con este carácter, por ejemplo san Francisco de Asís que, con el amor personal a Jesucristo, encontró un fundamental apoyo para su santificación personal y para influir en la vida de la Iglesia.

a. Flexibilidad y constancia.

El formador requiere de mucha prudencia para no herir la gran susceptibilidad de este tipo de carácter. Hay que escucharlo y acogerlo con paciencia y comprensión. El formador debe mostrarse acogedor, cordial, lleno de confianza y dispuesto siempre a animarle. Su dirección espiritual debe ser flexible pero constante.

Si el orientado es inquieto y en la dirección espiritual siente que se le oprime, fácilmente puede explotar. Por una parte, no hay que aplastarle con brusquedades o ironías, y, mucho menos, ridiculizar su nerviosismo. Pero tampoco hay que favorecer su egocentrismo o dejar que sea esclavo de sus nervios. Tan mala es una dirección espiritual severa como una blanda, ambas corren el riesgo de hundirle en un sentimiento de rebelión o de provocar fugas o agresiones.

Se le debe ayudar a conocerse; de un modo afable, no hiriente, hacerle ver las dificultades de su carácter. Si el formador es hiriente o brusco acaba con toda posibilidad de relación, hay que apoyarle para que el mismo descubra los aspectos negativos de su carácter y sugerirle los medios para controlarlo.

El formador puede tener mucha influencia en su vida, ya que este tipo de carácter siente fácilmente la influencia positiva de las personas, a las que intenta luego imitar. Experimenta la necesidad de la dirección espiritual y quiere colaborar, porque es generoso, además le gustan las conversaciones espirituales.

b. Metas cortas y atractivas.

Es necesario habituarle al esfuerzo personal y progresivo porque le cuesta el trabajo sistemático. Por ser muy primario, el nervioso se desanima pronto, hay que ayudarle a disciplinar su trabajo, a centrarse en lo que hace y a organizarse.
Hay que darle metas escalonadas. Eso ayuda mucho. A un inquieto se le deben proponer programas mensuales o semestrales; incluso, ponerle medios dinámicos para lograrlas, no medios fríos. No se puede abusar de su esfuerzo porque, al contar con bases poco profundas, se puede desmoronar fácilmente. Un esfuerzo por metas y medios ágiles es la clave para su perseverancia y superación.

c. Dominio interior.

Firmeza para lograr el dominio de sí mismo, es un objetivo importante que se debe lograr. Si se le deja actuar a su antojo puede llegar el momento en que se convierta en un esquizofrénico. Es esencial acostumbrarle a ser reflexivo, no dejarle actuar a lo primero que le salga o a lo primero que se le ocurra. Acostumbrarle a reflexionar antes de hablar y de actuar; que domine esos movimientos desordenados primarios. Aconsejarle una metódica y constante disciplina para salir de su precipitación, ligereza e inconstancia. Que trabaje en el desarrollo de hábitos de la puntualidad, el orden, y la responsabilidad en el trabajo.

El dominio propio y la pureza de intención acabarán progresivamente con sus errores y le pondrán en el camino de Dios. Darle confianza, que se convenza de que puede lograr ese dominio interior profundo. Su formación espiritual deberá centrarse en el desarrollo y control de su emotividad.

d. Reflexionar en las actitudes.

Hay que orientar al inquieto sobre el verdadero sentido del pecado, esto es, que vea su pecado en relación con Dios y no en relación consigo mismo. Luego hay que dirigirle para que reflexione en sus actitudes, porque muchas veces el nervioso analiza sólo lo que ha hecho y no por qué lo ha hecho.

El formador normalmente ve lo exterior y con frecuencia esto le puede mortificar. No hay que fijarse tanto en las faltas que pueden resultar innumerables. Un nervioso hace tantas tonterías que impacienta a cualquiera. Hay que ayudarle a profundizar en las actitudes que producen esas constantes fallas para que ponga soluciones de raíz.

En el campo de la sexualidad y castidad hay que orientarle hacia la calma y el sentido de responsabilidad personal. Todo debe encaminarse hacia las actitudes y el sentido de responsabilidad y de reflexión.

e. El apostolado.

Finalmente se debe encauzar su inquietud y fuerza pasional hacia el apostolado. Su generosidad le puede llevar al sacrificio; su afectividad, a darse y a amar si se le presenta un ideal noble y elevado.

A un nervioso hay que darle responsabilidades, que trabaje, que desarrolle su inquietud en labores perdurables. Pero es necesaria la supervisión, no conviene dejarlo solo por su inconstancia, porque vuelve al egocentrismo y a realizar lo que su capricho le dictamina.



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jueves, 28 de agosto de 2008

10,B.-CARACTER REFLEXIVO

B. Carácter Reflexivo (Emotivo-noActivo-Secundario)
El reflexivo es introvertido e inclinado hacia la vida interior. Sensible, templado, tenaz, auténtico, audaz, con piedad profunda

1. Descripción de los rasgos más característicos.

El reflexivo es introvertido e inclinado hacia la vida interior. Sensible, templado, tenaz, auténtico, audaz, con piedad profunda.

Por ser emotivo, los reproches le duelen hondamente, estos le pueden causar un complejo o una represión obsesiva o una sensación de fracaso. Percibe profundamente cualquier impresión, tanto si es buena como si es mala, alegre o triste. La medita lentamente y la revive una y otra vez.

No busca impresiones nuevas, le gusta ser conservador y cuando la vida le presenta una nueva experiencia le cuesta trabajo adaptarse a ella. Es idealista, pero en forma reservada y moderada. Le atrae lo estético.

Es vulnerable, tímido, pesimista, indeciso, con poco sentido práctico. Es una persona que desconfía de sí mismo. Tiende a la inactividad, al aislamiento, al aburrimiento. Está lleno de costumbres y manías.

El reflexivo tiene escasa aptitud para emprender, para la organización lógica y para la abstracción. Trabaja con interés, orden y método y le gusta hacer las cosas bien; sin embargo se desalienta pronto ante las dificultades, desconfía de sus posibilidades y es lento, tanto en la concepción como en la realización de las tareas. Tiene problemas para adaptarse a nuevas actividades y para el esfuerzo prolongado.

Vive muy apegado al pasado, en el cual se refugia muchas veces, mientras que por otra parte se preocupa de organizar "con la imaginación" su porvenir. Sus proyectos e iniciativas se quedan siempre en el estado de aspiración y de sueño.

Es delicado, muy fiel y constante en el afecto, amante de la soledad y el silencio. Muy recto, honrado, veraz. Con poco se contenta, no es nada ambicioso. Da mucho valor a la vida sencilla y pura. Está predispuesto a la comprensión de los demás, porque es reflexivo, procede con mucha calma y posee un espíritu muy noble y delicado.

Su poca actividad provoca en él la necesidad de una vida reposada, regular, bastante egoísta. Más que el instinto sexual, el verdadero peligro para la castidad del reflexivo consiste en la tendencia y en la necesidad de afecto.

2. Comportamiento religioso.

En el campo espiritual, el reflexivo se siente muy atraído por su introspección hacia Dios de una manera íntima y profunda. Se siente atraído por todo lo que es estable, profundo; por tanto, por el Absoluto.

Por ser emotivo, es sensible al amor de Dios, y por ser secundario se inclina a la vida interior y a la constancia. Sin embargo, apoya su vida espiritual en el sentimiento y no en elementos estables; así se deja llevar fácilmente por estados de ánimo de tristeza, alegría, desaliento y escrúpulos. Como es muy escrupuloso y tiene muchos recuerdos del pasado, manifiesta sentimiento de culpabilidad por lo que hay que hacerle ver que también existe la misericordia.


3. Pedagogía pastoral.

El santo Cura de Ars es ejemplo de este carácter. El reflexivo, por medio de una acertada dirección espiritual, puede llegar a ser un gran santo, sobre todo porque uno de sus rasgos más característicos es su profunda vida interior.

a. Actitud del formador.

El reflexivo está inclinado a la intimidad y la veracidad, va a la dirección espiritual en busca de comprensión y de cariño. Puesto que es muy sensible a la influencia de otra persona y del ambiente en que vive, el formador tiene una enorme responsabilidad en el aspecto humano; requiere tener una gran delicadeza de trato, una profunda comprensión y una paciencia ilimitada. Siempre que sea posible se le debe ofrecer la ocasión para expresarse libremente y a sus anchas; que nunca tenga la impresión de que se le apresura o de que cansa escucharle.

El reflexivo necesita acogida. El formador debe ofrecerle cariño, comprensión y bondad; debe ser un apoyo para él, pero sin exageraciones, para evitar el apego excesivo.

b. Seguridad y proyección a los demás.

Crear y mantener un clima de confianza y comprensión es la única manera de salvar al reflexivo de sus complejos. Hay que infundirle confianza en sí mismo valorando los menores éxitos y restando importancia a los fracasos, con el fin de que sea más optimista.

Tiene una gran capacidad de amar y de ser amado por lo que hay que saber explotar esta fuerza. Que salga del propio yo y se proyecte hacia los demás porque el amor, por definición, es donación permanente. Descubrirle la alegría y satisfacción de la entrega, que se sienta feliz de darse, porque tiene capacidad de amar intensamente. Educarle a amar bien; no a amar para ser amado, con interés egoísta.

Todo el trabajo del formador con el reflexivo deberá consistir en suscitar la transformación del amor "humano" de amistad, en amor sobrenatural de caridad fraterna. La caridad deberá ser la base de toda su formación.

c. Su vida espiritual.

Se le debe orientar para que apoye su vida espiritual en la bondad y misericordia de Dios, así como en un amor personal a Cristo. Confiar en Dios y amarle personalmente, he ahí la base de su vida espiritual. El reflexivo requiere vitalmente de apoyos seguros, y quién mejor que Dios y el formador.

No se le debe orientar en una ascética negativa que lo deprimiría. Que sea consciente de sus posibilidades, las valore y las aplique en su vida espiritual. Conviene formarle en la abnegación de sí mismo: mortificar la imaginación, luchar contra la tristeza y el análisis desmedido de las propias faltas. Hay que convencerle de que su carácter es el mejor dispuesto para el verdadero espíritu sobrenatural. Alertarlo para que no sea víctima de los escrúpulos.

Puesto que se inclina a la oración personal en el silencio, conviene desarrollar en su alma el contacto íntimo y profundo con Dios. Su meditación ha de convertirse en un coloquio personal y no en un pasatiempo y ocasión de desahogo de las propias penas y de la incomprensión de que se cree víctima; por ello habrá que aconsejarle que se olvide de si mismo en la oración. Ésta deberá proyectarle hacia afuera, con un sentido de entrega y generosidad al servicio de Dios y al prójimo.

d. El apostolado.

El reflexivo goza de magníficas cualidades para el apostolado individual, como son la comprensión y la delicadeza con las almas. Por esto hay que suscitar el gusto y el valor por el apostolado. Goza de una emotividad intensa que, encauzada hacia los demás, se puede convertir en un gran celo apostólico.

Se sensibiliza muy fácilmente con las miserias humanas. Por consiguiente, lleva el apostolado en el propio temperamento. Pero a la vez le faltan cualidades propias de un apóstol: dinamismo, liderazgo, coraje. Por esto habrá que formarle en el sentido de responsabilidad y de iniciativa (sobre todo, esta última le es necesaria), para que llegue a poseer una "personalidad" recia y desarrolle su capacidad de liderazgo.

Cuando se haya convencido al reflexivo de que se dedique al apostolado como un medio para el bien de su alma y la del prójimo, se habrá conseguido el éxito. Con sus dotes positivas, después de una buena formación, estará en condiciones de nutrir, a su vez, a otras muchas almas y convertirse en un excelente formador .



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miércoles, 27 de agosto de 2008

10.C.- CARACTER DINÁMICO

C. Carácter Dinámico ( Emotivo-Activo-Primario)
El Dinámico ha nacido para actuar, la actividad es su verdadera fuerza y, por tanto, la nota predominante de su carácter

1. Descripción de los rasgos más característicos.

La característica más importante de este carácter es la actividad exuberante. El Dinámico ha nacido para actuar, la actividad es su verdadera fuerza y, por tanto, la nota predominante de su carácter.
En la vida social es muy cordial, es popular por su iniciativa y optimismo, por su alegría y buen humor, es muy extrovertido. Susceptible, inquieto, charlatán, es propenso a la mentira por tender a la exageración. Sus reacciones son instantáneas, violentas, necesita respuestas inmediatas, nada a largo plazo.

Este carácter es idealista al máximo, compasivo, generoso y servicial. Incapaz de guardar algún rencor. Es voluble, cambiando fácilmente de gustos y amigos. Suele cambiar de actividad de manera frecuente y caprichosa y sin terminar lo que ha empezado. Busca éxitos inmediatos ya que es incapaz de subordinar sus actos a un fin lejano.

Eleva a verdadera caridad fraterna su innata inclinación a amar. Es muy caritativo con los enfermos. Sin embargo, por su vigor exuberante, peligra en su vida sexual, sobre todo en su afectividad, donde puede conquistar amores poco duraderos o tener caídas graves.

La inteligencia del Dinámico está inclinada a lo concreto, lo inmediato y lo técnico. Es una inteligencia práctica que comprende con rapidez y demuestra capacidad de improvisación. Prefiere el trabajo en equipo al trabajo individual. Tiene espíritu de camaradería: ayuda con gusto a los demás, colabora siempre que puede, aún más, se adelanta y previene los deseos y necesidades de sus compañeros.

2. Comportamiento religioso.

Ama poco la oración, la meditación, la renuncia y la abnegación; prefiere, en cambio, la actividad apostólica. Se inclina a presentar la vida sobrenatural en forma poco exigente y hasta quisiera acomodarla con la vida del "mundo".

Busca una oración inmediata, sentida, pero breve. No le da importancia a la oración porque le interesa más su apostolado. En la oración piensa en el apostolado, por ello sufre muchas distracciones. Cuando ora, lo hace como si predicara a los demás. Prefiere la oración pública: litúrgica, con canto, meditación hecha en común o al aire libre.

Su generosidad natural le lleva a la abnegación y la caridad; está dispuesto a cualquier trabajo, aun cuando le suponga especial sacrificio. Por su gran capacidad de amar, ama las obras de misericordia espirituales y corporales, el apostolado social y misionero. Sin embargo su acción carece de raíces profundas. Se compromete, sin reflexionar suficientemente.

Es poco favorable a la dirección espiritual, porque no le encuentra utilidad. No experimenta la necesidad de pedir consejo, porque, en general, decide por sí mismo. Le cuesta ser humilde, es propenso a hablar de sí; se resiente si fracasa y atribuye los éxitos a su actividad y a sus cualidades.

3. Pedagogía pastoral

San Pedro Apóstol y san Ignacio de Loyola son dos grandes santos que tenían este carácter.

a. Actitud del formador.

El orientado con carácter Dinámico es fácilmente moldeable. Hay que acostumbrarle a dominar sus explosiones temperamentales, convencerle de las desventajas de la extroversión que le llevan a disiparse, que le empujan a actuar según sus tendencias primarias. Hay que lograr que su trabajo converja en un sólo objetivo.

Se debe usar con él un lenguaje directo, pero no hiriente. No chocar con él por el afán de dominarle, sino moldearle con motivos. Si se le trata de imponer algo, fácilmente se puede poner de malhumor. No tiene conciencia de sus limitaciones y hay que dárselas a conocer, pero con mucho cuidado, pues si se le contradice directamente nunca volverá a la dirección espiritual, o por lo menos quedará inhibido y molesto.

Hay que saber potenciar y proyectar a este temperamento. La labor de Cristo con san Pedro es un gran ejemplo; cómo le fue llevando a ser su vicario en la tierra.

b. Su vida espiritual.

Hay que presentarle la vida espiritual para que se convenza de ella y la asimile como santificación personal con miras a su apostolado. Acostumbrarle al gimnasio de la meditación, ayudándole en su lucha contra las distracciones. Enseñarle el diálogo con Cristo, que hable con El de su actividad, de sus preocupaciones, así su oración será personal y su voluntad se irá conformando con la de Dios.

Puesto que es generoso, hay que presentarle la mortificación interior como purificación requerida por el amor de Dios y necesaria para la eficacia apostólica. Acostumbrarle, sobretodo, al silencio y al recogimiento interior.

Expuesto a serios peligros morales, debe habituarse a una vigilancia enérgica, especialmente del corazón y a tener ideas bien claras en materia de castidad. Hay que invitarle a una total sinceridad en la dirección espiritual, a mantener una sólida vida espiritual y ayudarle a la mortificación de los sentidos. Conviene, antes que nada, ayudarle a descubrir las raíces de sus faltas.

c. Apostolado.

El apostolado puede ser su vida, éste le reporta las mayores satisfacciones, pero también es su caballo de Troya, porque puede caer en la herejía de la acción: hacer por hacer. Su acción carece de raíces profundas, porque es irreflexivo y ama poco la oración y la abnegación interior.

Se le debe hacer reflexionar sobre los motivos, el valor y el fin de cada acción que va a realizar, tanto de cara a su santidad como de cara a su vida apostólica. Así frenará la tendencia a actuar por actuar. La actividad es un arma de defensa y de ataque en el Dinámico. En su actividad pone todo su corazón. Por amor se convierte en un gran apóstol, todo lo que le conmueve, lo apoya; además es muy hábil en arrastrar a los demás a la esfera de su actividad y alegría.

Hay que vigilarle de cerca, pero sin ahogar su entusiasmo generoso; es necesario encontrarle objetivos a corto plazo, pues si no dejará todo a medio camino. Hay que acostumbrarle a la reflexión sobre la obra que va a realizar, sobre los fracasos y sobre el porqué de los éxitos logrados. Que realice ejercicios de constancia y que recapacite en el porqué de la interrupción de su trabajo en una obra importante.




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martes, 26 de agosto de 2008

10.D.- CARACTER APASIONADO

D. Carácter Apasionado (Emotivo-Activo-Secundario)
Uno de los caracteres más ricos. La vida del apasionado está hecha fundamentalmente de sacrificio, toma muy en serio cosas tan vitales como la familia, la patria, la religión


1. Descripción de los rasgos más característicos.

Uno de los caracteres más ricos. La vida del apasionado está hecha fundamentalmente de sacrificio, toma muy en serio cosas tan vitales como la familia, la patria, la religión. La persona de este carácter es servicial, honorable, amante de la sociedad. Está dotado de una comprensión inteligente para cualquier tipo de problemas y es compasivo con la debilidad, pena o aflicción ajena.

Es, así mismo, dominador, ambicioso, apto para mandar. A veces fanático e impaciente, hasta agresivo. Peca de temeridad arrastrando a los demás consigo. Se deja guiar por la regla y por la razón, que considera como normas supremas de su obrar. De aquí que observe el orden de una manera meticulosa. Puede convertirse en un hombre o mujer severa, dura, obstinada, de las que atosigan con el ejercicio de su autoridad.
Organiza jerárquicamente su vida afectiva y es generalmente reservado. Tiene una gran capacidad de trabajo, y ese trabajo tiene como base la responsabilidad; se concentra en lo que hace y es constante y organizado. Está siempre orientado hacia la acción que desea resulte lo más perfecta posible y, generalmente, consigue llevarla a feliz término. Es además puntual y de conducta honorable.

El exceso de orden, indiferencia por los deportes, poca resistencia física, desinterés por las artes son otros rasgos de este carácter. La inteligencia del apasionado es muy apta para la abstracción y el razonamiento lógico. Sus intereses intelectuales son de carácter social, metafísico y religioso. Posee capacidad inventiva, gran memoria, buena atención, imaginación y comprensión. Prefiere trabajar solo.

La misma seriedad en lo que emprende ya constituye por sí misma una valiosa ayuda tanto para su castidad personal como en el trato con el otro sexo. Sin embargo, por su orgullo mantiene una excesiva seguridad en sí mismo que le puede hacer caer en la sensualidad y en fallas graves en el campo de la sexualidad.

2. Comportamiento religioso.

El carácter apasionado tiene un profundo espíritu religioso; anhela vivir con sinceridad y coherencia su propia fe. Comprende y siente la necesidad del ideal religioso. Se apasiona por los problemas espirituales. Posee una verdadera piedad y caridad cristianas.

Sus aptitudes le permiten aceptar un ideal elevado y sobrenatural y ser fiel al mismo, aun a costa de un esfuerzo duro y continuo. No se deja dominar por los placeres de los sentidos. Caracteriológicamente hablando, es el que está mejor dispuesto para aceptar y ser consecuente con los principios que impone la religión, especialmente en la vida práctica; no una religión vaga, meramente teórica basada en el sentimiento, sino en acciones nobles y en el esfuerzo continuo. Pero, por ser orgulloso, no acepta el servicio humilde, "yo he nacido sólo para cosas grandes"´ suele pensar.

Experimenta la necesidad de un contacto íntimo con Dios. En la oración se pone a disposición de Dios para trabajar por su Reino, porque lleva el sentido de la grandeza de Dios. Pero en esa oración busca más el objetivo que ha de alcanzar con su actividad que la fuente de donde ha de sacar los recursos para vivificarla sobrenaturalmente.

Además del innato sentimiento religioso, posee una clara disposición a orientar sus acciones y su misma vida al servicio de Dios; es muy generoso y la sobriedad en los placeres de los sentidos le facilita el progreso espiritual. Su orgullo es, sin embargo, su gran defecto, que se manifiesta en la falta de docilidad, en la excesiva confianza en sí mismo, en la independencia de Dios y de los directores en el apostolado.

3. Pedagogía pastoral.

Este es el carácter que más santos ha dado a la Iglesia, como un san Agustín, que de una juventud pecaminosa pasó a una vida llena de amor purismo a Dios. San Bernardo, santa Teresa de Ávila, san Francisco Javier, san Juan Bosco, santo Tomás de Aquino, por mencionar algunos.

a. Actitud del formador.

Al apasionado podrá ser en el plano humano, un gran hombre, y en el plano sobrenatural un gran santo; pero si se inclina hacia el mal, puede llegar a ejercer una influencia totalmente dañina, por eso la formación de apasionado requiere, de parte de los formadores, un gran interés y una grave responsabilidad.

Necesita una dirección sólida. El apasionado experimenta la necesidad de tener un guía de su alma y confía mucho en él. Quiere una dirección seria, elevada, sobrenatural. El formador no debe desvirtuar la dirección espiritual convirtiéndola en una mera conversación para pasar el rato amigablemente, debe valorizar al máximo el sentido religioso que el apasionado lleva innato.

Por ser tan emotivo, posee una marcada sensibilidad y profundo espíritu observador. Siente la necesidad de un guía que lo oriente con firmeza, pero a la vez, con suavidad. Por eso e1 formador deberá mostrársele comprensivo e inspirarle confianza y simpatía. Conocerle lo más exactamente posible para aprovechar su riqueza caracteriológica. Al tratarle, no usar ironías ni palabras ásperas o humillantes que lo desalentarían.

b. Su vida espiritual.

El formador debe hacerle ver la superioridad del ideal cristiano. Se le debe presentar lo sobrenatural bajo el signo de la caridad, como don de sí mismo a Dios y a los hombres; y hacerle ver la grandiosidad del ideal cristiano en medio del mundo actual. Hay que lanzarlo a la conquista de las altas cimas de la contemplación, como vida para su acción apostólica.

c. Combatir el orgullo y la independencia.

El apasionado no comprende la necesidad de su dependencia de Dios. Su formación debe empezar por la lucha constante contra el orgullo, que es su defecto dominante. Que se acostumbre a conocerse a sí mismo con sus cualidades positivas y sus deficiencias. Se debe educar en la aceptación gustosa, por amor a Dios, de los consejos y correcciones. Acostumbrarle a comprender y apreciar las cualidades de los demás y a amarles. A reconocer sus faltas de tacto y de delicadeza. A aceptar los reveses y fracasos, las enfermedades y la inacción. A comprender que él sirve al Movimiento y no el Movimiento a él.

d. Apostolado.

Este carácter posee extraordinarias cualidades para cualquier tipo de apostolado, sólo que le falta a veces concretar la oportunidad e importancia del apostolado. Por lo tanto hay que ayudarle a la reflexión como principio de acción; no es conveniente que tome apostolados individuales por su cuenta. Debe acostumbrarse, sobretodo, a recurrir filialmente a Dios y abrazarse a Cristo en un sentido de abandono total para poder vencer la tendencia al despotismo y a la incomprensión por las debilidades y deficiencias de los demás.

Debe prestar atención a no abarcar un campo de acción superior a sus posibilidades. Debe trabajar con la convicción de que es un pobre instrumento en las manos de Dios y que la obra es del Señor y que él dará mayor gloria a Dios si trabaja con una actitud interior de humildad y desprendimiento. Debe preocuparse por el progreso de la obra más que pensar en el honor en que se tiene su nombre.

Si se consigue convencer al apasionado de que cualquier éxito en su vida debe nacer de la fuente vivificadora de la humildad y de la entrega a Dios, se habrá encontrado el camino ideal para toda una vida de plenitud y de nobleza en todos los sentidos, y su apostolado será sumamente eficaz para el bien de las almas.

Por tanto, primero hay que ayudarle a desarrollar la propia emotividad dirigiéndola hacia un ideal superior. Segundo, fundamentar su emotividad y actividad en su capacidad organizadora. Tercero, acostumbrarle a actuar según los dictámenes de la razón y no de los sentimientos. Cuarto, prevenirle sobre la posibilidad de derrotas penosas.




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lunes, 25 de agosto de 2008

10.E.- CARACTER REALISTA

E. Carácter Realista (noEmotivo-Activo-Primario)
El realista es el carácter más extrovertido de todos. Es un amante de la vida, oportunista, versátil y educado

1. Descripción de los rasgos más característicos.

El realista es el carácter más extrovertido de todos. Es un amante de la vida, oportunista, versátil y educado.
Con un gran sentido analítico, buen sentido práctico, una gran inventiva y gran destreza manual, muy independiente en sus juicios y críticas. Destaca por sus dotes
diplomáticas, inteligencia clara y buena observación. La ironía es una de sus armas predilectas.

Está predispuesto al egoísmo y a la codicia. Es propenso a la intriga, la denigración, el cinismo. Es inconstante, falto de sistematización; tiene grandes necesidades sensuales por su curiosidad malsana. Es insensible, sin convicciones hondas, dado a la dispersión, al escepticismo, al libertinaje, a la picardía y a la glotonería.

Su inteligencia tiene muchos puntos fuertes: comprensión rápida, claridad y precisión en las ideas, capacidad crítica y expresión objetiva. Posee una natural inclinación a obrar, admirable adaptación a las circunstancias, a las situaciones concretas, deseoso siempre de conocer, más reflexivo que impulsivo. Se interesa por las cosas concretas, que impresionan los sentidos. Apegado al dinero. Es versátil: tiene el sentido del trabajo y del trabajo hecho inteligentemente, pero se aplica a él de manera irregular; también busca el resultado de inmediato.

El valor que busca instintivamente es la utilidad y el éxito inmediato en el campo social con el fin de saciar su avidez y la propia vanidad. Se fija más en la apariencia que en la sustancia.

2. Comportamiento religioso.

Al carácter realista le faltan convicciones profundas, tiene un verdadero vacío interior; por ello, su sentimiento religioso es muy superficial y muy escasa su piedad. Practica la religión más por costumbre que por convicción religiosa. Puede tener también tendencias racionalistas.

Tiene una cierta curiosidad intelectual por la vida sobrenatural; curiosidad que busca explicaciones. Pero en realidad está poco dispuesto para la vida espiritual, mantiene una actitud crítica, sobre todo contra los caracteres emotivos en el campo religioso, pues él es frío y calculador, en función de sus gustos e inclinaciones.

Reza, pero sólo por el éxito de sus obras. Al carecer de emotividad, se complace poco en la oración; no la cree necesaria y por eso la abandona sin mayores problemas. Se inclina al sacrificio siempre que vea un resultado inmediato. No es humilde ni sensible a la voz del sufrimiento, de la miseria o de la debilidad ajena.

3. Pedagogía pastoral.

Este carácter también ha dado grandes santos a la Iglesia. Ejemplos: santo Tomás Moro, san Bernardino de Sena y san Juan Capistrano

a. Actitud de formador.

El dirigido con carácter realista considera que la dirección espiritual es una pérdida de tiempo, que no sirve más que para complicar la vida, especialmente cuando las conversaciones se hacen frecuentes y largas. En general, quiere resolver por su cuenta los problemas; así se cree más independiente, ya que tiene una gran confianza en sí mismo. Por eso, el formador, además de buscar la forma adecuada de relacionarse con él, porque es difícil de trato, debe cimentar su labor sobre razones y no sobre sentimientos.
Hay que suscitar el desarrollo de la emotividad. Crear un ambiente afectivo, para que a través de la acción de los demás, constate la existencia de valores elevados en el mundo, que llenan el alma. Formarle con razonamientos convincentes y no con reproches, buscando siempre el lado bueno.

Para desarrollar sus cualidades positivas hay que influirle a través de su inteligencia. Habituarle a organizar y dirigir bien su actividad a través de un trabajo metódico y continuo para robustecer su voluntad. En cuanto a la castidad, hay que prestarle mucha atención porque es muy dado a la sensualidad.

b. Vida espiritual.

Aunque el carácter realista se inclina, por una parte, a reducir al mínimo sus deberes religiosos y carece, por lo general, de vida interior; por otra, hay que decir que posee una inteligencia que le ayuda eficazmente a ir conociéndose a sí mismo. Hay que formarle, por tanto, con ideas claras, con energía y a la vez con corazón paternal, de tal manera que vea, comprenda y ame las virtudes que le son necesarias.

Hacerle comprender que la religión no es el resultado de "unos sentimientos" sino que para conocerla, y sobre todo para vivirla, hace falta la inteligencia que busca la verdad y la voluntad que somete la vida entera a la voluntad de Dios.

No hay que dejar que reduzca a la mínima expresión los medios de perseverancia. Hacerle comprender que la vida espiritual no es resultado de unos sentimientos, sino la adaptación personal a todo lo que Dios comunica; por eso, presentársela como la entrega de sí mismo a Dios y a los demás, a imitación de Cristo. Como desea conocer cosas nuevas, aprovechar su inteligencia para que experimente personalmente lo maravilloso que puede ser la vida espiritual.

c. El apostolado.

Necesita cultivar la sensibilidad y la conciencia apostólica. Hay que suscitar también motivos elevados para realizar el apostolado, ayudarle a perseguir objetivos concretos y a seguir un plan de trabajo. De este modo luchará contra la dispersión.
Se le debe inculcar el silencio y el alejamiento del mundo. Educarle el sentido de comprensión y de colaboración social con miras al apostolado ya que para él, un apostolado no se comprende si no es en sentido social.

Es un buen organizador: tiene sentido de lo práctico, demuestra calma ante las dificultades, sabe esperar y, sobre todo, es objetivo, claro y rico en iniciativas. Pero no considera que es un simple instrumento en las manos de Dios y que ha de crear una disposición interior que no impida la acción de Jesús en la santificación de las almas. Debe persuadirse de que el verdadero sentido de la actividad apostólica nace de Jesucristo y es para la extensión de su Reino.

d. Elevar al plano sobrenatural su utilitarismo.

El formador debe ingeniarse para elevar al plano sobrenatural su utilitarismo. En cuanto a las prácticas externas, hay que transformarle ese deseo de aparecer, que actúe no por la mezquina estimación de los hombres, sino por la extensión del Reino de Cristo.

Necesita una formación muy intensa en estos tres puntos:

1) Debe combatir el egoísmo y formarse en la humildad: posee un egoísmo frío, una verdadera indiferencia ante las necesidades de los demás: para él no existe el sentimiento, sino la utilidad; por eso hay que procurar que en su actividad domine el motivo intelectual y su celo apostólico en vez del espíritu utilitario.

2) La formación en la mortificación cristiana: darle motivos para que se desprenda de los bienes terrenos, domine la gula, el afán de comodidad, etc.

3) Hay que espiritualizar su bondad natural con la verdadera caridad: hay que educarle antes que nada en miras a la simpatía y al amor. Animar su sentido comunitario. Acostumbrarle, poco a poco, a la delicadeza, a la lealtad, a combatir con valor y constancia su egocentrismo.

Una vez que el realista se haya formado en la verdadera humildad y en la confianza de poderse corregir, cuando ya esté orientado hacia el amor personal de Jesucristo y quede convencido de la belleza y de la necesidad de la entrega total de sí mismo al servicio de los demás, entonces podrá llegar a ser eficaz colaborador de Jesucristo en la salvación de las almas y un activo apóstol de la Iglesia.




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domingo, 24 de agosto de 2008

10.F.- CARACTER FÉRREO

F. Carácter Férreo (noEmotivo-noActivo-Primario)
Es dócil y nada polémico, no resiste a la autoridad, es conciso y exacto, objetivo y observador

1. Descripción de los rasgos más característicos.

Tenemos que partir del hecho de que este carácter, junto con el conservador, es el más pobre de todos porque le faltan los tres elementos positivos: no tiene la riqueza interior de la emotividad; no tiene el poder y la fuerza de la actividad y no tiene el equilibrio y la discreción de la secundariedad.

Su rasgo característico más fuerte es la pereza. No siente internamente su falta de actividad, más bien, ésta va acompañada de cierta alegría y satisfacción. Se deja arrastrar fácilmente por el ambiente, es indolente para todo y poco aseado. Su incapacidad de esfuerzo es modesta, pero no nula.

Carece de miras elevadas, se contenta con poco, se consuela enseguida ante las contrariedades, no tiene grandes aspiraciones, le basta con vivir al nivel ordinario. No tiene temor ante los peligros y las desgracias, por lo tanto es valiente al máximo. No es aprensivo, ni pesimista, está protegido contra las enfermedades nerviosas y mentales que en el mundo actual es una gran ventaja, es sociable en grado sumo. Es dócil y nada polémico, no resiste a la autoridad, es conciso y exacto, objetivo y observador. Este es su secreto de éxito en el trabajo y en la sociedad. Le gustan los deportes.

Se deja llevar por los deseos del cuerpo, es comelón, dormilón y fácilmente se deja llevar por sus bajos instintos; está sometido a las excitaciones del instante. Es indiferente a todo, aunque es inteligente no sobresale, a causa de su inercia y baja curiosidad. Razona con mucha lentitud y de forma superficial. Está incapacitado para el pensamiento abstracto. Se muestra indeciso, torpe, desordenado, abúlico e inadaptado.

No vibra por ningún ideal, ni se esfuerza ante una acción noble, no experimenta ningún sentimiento porque tiene un vacío interior, al no poseer nada de afectividad se deja llevar por el egoísmo. Vive en y del momento presente; es superficial, se deja llevar por el medio ambiente.

2. Comportamiento religioso.

Carece de fervor religioso. Es él más frío de todos los caracteres. El sentimiento religioso es muy débil y superficial. No se inclina a la piedad. Cumple las prácticas cuando debe seguir a los demás.

No siente deseo de perfeccionarse. No se preocupa del más allá. Está situado en las cosas de este mundo. El misterio y el sentido sobrenatural no encuadran en su psicología. Carece de vitalidad personal para comenzar por propia iniciativa un trabajo espiritual.

Su oración es interesada, para pedir. Aunque es fiel a la práctica de la confesión, hace una acusación vaga de sus culpas. Su contrición es superficial, confesarse significa: "quedarse tranquilo". Reduce la meditación a una lectura, se duerme con facilidad. Prefiere una lectura amena, profana o una conversación cualquiera, a una visita al Santísimo.

3. Pedagogía pastoral.

San Benito Labre es el más elocuente y eficaz modelo de este carácter.

a. Actitud del formador.

El carácter Férreo no siente necesidad de la dirección espiritual, hay más pasividad que docilidad cuando acude a ella. Escucha y acepta los consejos que se le dan, no pone resistencia alguna ni manifiesta ninguna reacción. Por eso hay que exponerle un ideal de vida sobrenatural de acuerdo a sus capacidades.

La bondad y confianza, por una parte, y darle ánimos, por otra, con consejos oportunos impartidos con firme pero paternal insistencia, pueden dar efectos sorprendentes en el alma de un amorfo. Ante un formador fuerte y cariñoso cede y se deja formar Dado que el amorfo es insensible y flojo, el formador debe poseer mucha fuerza de carácter y virtud para avivar su corazón en una actividad continua. No se deben esperar milagros, ni que se vaya a entusiasmar con ideales demasiado elevados, pero sí debe lograr un esfuerzo consciente y ordenado, a través de metas sucesivas y fáciles de alcanzar.
Por tanto, primero hay que hacerle ver su carácter, su manera de ser, con los defectos, peligros, tentaciones y también sus cualidades con las que podrá alcanzar el éxito. Segundo, que experimente el gusto interior que proporciona toda actividad bien llevada.

En la dirección espiritual hay que recordarle que el mundo sensible es caduco, efímero y no puede llenar las ansías del corazón. Hay que insistir mucho en la parte activa de la vida espiritual; en la entrega a Dios y a las cosas de Dios, motivarlo a romper la rutina diaria egoísta. Alentarlo y hacerle ver el fruto de la dirección espiritual para despertar en él la emotividad.

b. Vida espiritual.

Proponerle un ideal de vida sobrenatural, adaptado a su capacidad y mantenerle metas inmediatas. Para despertar en él la necesidad de la oración, apoyarse en las inclinaciones positivas que tiene; por ejemplo: oración de petición, oración litúrgica, cantos; después pasará poco a poco a la oración personal.

Al ser esclavo de su propio cuerpo, hay que empezar su trabajo espiritual por el dominio de sus sentidos interiores y exteriores; que se ejercite en los pequeños sacrificios corporales para robustecer la voluntad.

Ayudarle a la entrega a los demás picándole su amor propio y aprovechando su capacidad intelectual; incluso que se sensibilice poco a poco con el dolor y las miserias humanas.

En el campo de la castidad, dado que es el más expuesto a las tentaciones de los sentidos: gula, pereza, sensualidad, comodidad... Se le debe motivar a una práctica seria y metódica de la mortificación de los sentidos.

c. Apostolado.

Como no le atrae el apostolado por su pereza y egoísmo, hay que insistir en dos aspectos: la motivación del sentido del deber y la necesidad y nobleza del trabajo por el prójimo. Motivarlo continuamente y ayudarle a organizarse, porque de lo contrario no hará nada. Se puede conseguir de él un esfuerzo consciente y ordenando, cuando se le propone algo atrayente y fácil de lograr.

Finalmente conviene anotar que este carácter no es para grandes empresas, porque le faltan elementos fundamentales positivos, pero no es un enfermo incurable. Debe ser valorado por el formador. La experiencia enseña como han existido ejemplos de carácter amorfo, de radical conversión psicológica, lo que demuestra que una naturaleza humana, por muy pobre que sea, cuando es dócil a la gracia divina, puede llegar a la santidad.



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sábado, 23 de agosto de 2008

10.G.- CARÁCTER ADAPTABLE

G. Carácter Adaptable ( noEmotivo-Activo-Secundario)
El signo más característico del carácter flemático es su frialdad y su excepcional calma, es poco expresivo, franco y sencillo; su curiosidad es sin entusiasmo

1. Descripción de los rasgos más característicos.

El signo más característico del carácter flemático es su frialdad y su excepcional calma, es poco expresivo, franco y sencillo; su curiosidad es sin entusiasmo.
Su valor dominante esta en la firme constancia con que lleva a cabo sus obras. Se aplica al trabajo con método y constancia; su actividad es fría y sin calor, pero profunda, vigorosa, tenaz y eficaz. Se propone fines determinados y precisos y no descansa hasta haberlos terminado. Actúa con convicción y en silencio.

Sus intereses son intelectuales, sus juicios incipientes, precisos y categóricos. El flemático es autónomo, circunspecto, tenaz, firme, puntual, regular y sistemático. Es ordenado y limpio. No está apegado ni al dinero, ni a las cosas, ni a los atractivos del mundo. Lleva una vida muy sencilla y aprovecha muy bien el tiempo.

Su principal cualidad es una calma especial que lo hace tener una templanza perfecta y una sabiduría sexual muy marcada. Son muy laboriosos debido a la tenacidad y constancia. Son adaptables en cualquier ambiente, no riñen.

La inteligencia del flemático es lenta, pero profunda; es de tipo conceptual, con buena aptitud para comprender lo esencial, ordenar, clasificar y sistematizar. Posee también buena memoria y capacidad de concentración; en cambio, tiene poca imaginación. Ama la lectura y se aplica seriamente al estudio.

En sus relaciones sociales, le falta espontaneidad y desenvoltura; es reservado, pero no tímido. Parece indiferente a los acontecimientos exteriores y por ello, lo juzgan como insensible. No le gusta participar en grupo, no se abre ante las personas. Le choca renunciar a sus puntos de vista, o aceptar lo que no había previsto. Posee un orgullo frío, duro, conscientemente fundado en su inteligencia, es un orgullo de indiferencia, como si los demás no existieran, de origen intelectual, sin nada de emotividad.

2. Comportamiento religioso.

Aprecia las directrices de la religión. Ve a Dios con un fin determinado, como la Providencia que gobierna con sabiduría. Considera la religión como un sistema doctrinal, cumple la voluntad de Dios por deber y no por amor verdadero. Considera a la Iglesia como un sistema bien ordenado.
Ningún fervor religioso, poco sentimiento, egoísmo, sin espíritu de colaboración. Su religión es como un imperativo categórico. Presta poca atención a la intimidad con Dios, a la amistad con Cristo, al calor de la vida sobrenatural. No ve que la religión se basa en el amor, para él es fría, árida, reducida a un esquema legislativo.

Cumple con las prácticas de piedad de una manera convencional y formalista. Su oración es impersonal, como el estudio de una tesis de teología o la lectura de un tratado, trabajo más de la mente que del corazón. Psicológicamente no da importancia a la Persona viva de Jesucristo o de Dios.

Prefiere el trabajo y el estudio a la oración, la cual considera poco menos que como una pérdida de tiempo. No siente atracción hacia la confesión frecuente y la aplaza. La confesión es para él como una acusación y reparación de la ley, no llega a ser expresión de dolor por haber ofendido a Dios.

3. Pedagogía pastoral.

Ejemplos de santos con este tipo de carácter son san Juan Fisher y san Pedro Canisio.

a. Actitud del formador.

El flemático no busca un corazón que lo comprenda ni alguien a quién imitar; para él, el formador tiene poca importancia. Lo que tiene mucha importancia, y por lo que va a la dirección espiritual, es para que se le sugieran ideas y el método para progresar espiritualmente. No busca en la dirección espiritual un camino para el encuentro con Cristo: exige directrices precisas y sistemáticas para su formación espiritual, aunque no se somete a ellas, ni se deja guiar fácilmente.

Él necesita un formador paciente, que le abra nuevas perspectivas apostólicas, para que su vida no se diseque en sus manías y en su frialdad. No hay que imponerle nada, sino presentarle nuevos horizontes. Para infundir calor en su vida espiritual hay que aconsejarle la oración, y el apostolado, para que nutra su vida exterior.
No cambia por nada sus ideas: sólo después de un convencimiento personal y si va de acuerdo a sus intereses; por ello requiere suavidad y una dirección moral que no sea sólo de prohibiciones categóricas, sino motivaciones que pueda aceptar. Se necesita un procedimiento persuasivo y no coercitivo que crearía reacciones de oposición frías y duras: la simpatía y el afecto no se imponen, sino que es necesario que nazcan casi espontáneamente.

b. Vida espiritual.

Presentarle lo sobrenatural no como un sistema de verdades reveladas, sino como una adhesión de la inteligencia a la Palabra revelada y una donación del propia vida a Dios. Hacerle reflexionar que ser creyente quiere decir abandonarse en Dios. Hay que conseguir que llegue a tener una relación personal con Jesús en la Eucaristía. Que se acostumbre a ensanchar el horizonte de la oración para convertirla en una fusión de amor con la voluntad de Dios.

Deberá esforzarse por sentir con el corazón lo que cree con la inteligencia y lo que práctica fríamente llevado por el razonamiento. Exponerle un ideal concreto, preciso y elevado. Conducirle para que abra su corazón a la caridad con el prójimo. Hacerle comprender que la moral es un compromiso adquirido, una respuesta de amor a una ley de amor dada por Dios. Por ejemplo, presentarle la confesión como reparación que conlleva un dolor profundo por haber ofendido a un Dios, que a pesar de todo, lo ama.

Enseñarle a comprender la profundidad espiritual que supone la adhesión a la voluntad de Dios en todas las ocupaciones del día. Y por último, hay que combatir su orgullo (que sabe defender fríamente con mil razones), hacerle comprender los límites de sus posibilidades y que considere todos sus defectos bajo una luz sobrenatural.

c. Apostolado.

Para el flemático todo trabajo ha de tener un sentido. No piensa que el apostolado tiene como objetivo la salvación de cada hombre en particular, y que no es cuestión de administración o de organización técnica.
Hay que formarlo iluminando su inteligencia, haciéndole comprender la necesidad de ayudar a los demás, despertar en él la emotividad. Lo que le cuesta en definitiva es darse a los demás, considerarlos como personas en vez de cosas indiferentes a los que juzga duramente. Crearle disposiciones favorables que provoquen sentimientos de compasión y delicadeza.

Se inclina más por el apostolado intelectual. Ama los cargos de organización o administración. No es la persona adecuada para crear o atender relaciones sociales, él mismo se reconoce como incapaz de ejercer una influencia inmediata sobre los demás. Cuando llega a ser administrador de una obra se vuelve conservador, poco flexible y sin espíritu de adaptación a las exigencias del momento o poco comprensivo con los demás.

La síntesis de su preparación al apostolado es: amor a Cristo y comprensión a las almas.

d. Vitalizar su vida.

Es conveniente introducir en su vida la diversidad, abrir su carácter y su inteligencia, no tolerar que viva replegado sobre sí mismo, sin entregarse.

1) Utilizar un método persuasivo, para hacerlo comprender a los demás por medio de la simpatía y el afecto.

2) Hay que motivarlo continuamente para que pase de la comprensión abstracta, a la experiencia vivida. Que no se irrite por causa de las deficiencias ajenas. Tiene que acostumbrarse, por tanto, a la práctica de la comprensión, soportando los defectos de los demás, con el cual hará un servicio de amor.

3) Hacerle comprender que la entrega no sólo se hace por amor a los principios (la ley, lo objetivo, lo justo), sino también se hace por amor a los demás, según las circunstancias de cada caso.

4) Prevenirle contra el automatismo, que lo llevaría a la excesiva meticulosidad, a la dureza y al formalismo.

5) Acostumbrarlo a la práctica de las virtudes altruistas: atenciones para los demás, simpatía, sacrificio, caridad, con acciones concretas.

6) Aconsejarle sobre la desconfianza en sí mismo; que no se crea nunca demasiado seguro, pues el orgullo es mal consejero y fácilmente puede jugarle una mala pasada. El orgullo intelectual termina frecuentemente por caer en el orgullo de la carne

7) Conviene aconsejarle la lectura de libros que se centren en la figura y persona de Jesús, con el fin de formarle en una espiritualidad cristocéntrica, o de libros que traten a fondo sobre el problema de la salvación de las almas (obras sociales, misiones) y de esta forma educarle en el verdadero celo por las almas.

El flemático es un carácter del cual se pueden obtener muchos elementos positivos, porque si es cierto que tiene graves deficiencias naturales, no por esto deja de poseer cualidades excelentes. Todo el trabajo de la formación en la vida sobrenatural del flemático deberá centrarse en dar vida a su psicología: que ponga sentimiento en su acción; que la luz de su inteligencia se convierta en fuego para el corazón; que su fría moralidad se encauce en una vida que reproduzca y refleje la voluntad de Dios




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viernes, 22 de agosto de 2008

10.H.- CARACTER CONSERVADOR

H. Carácter Conservador (noEmotivo-noActivo-Secundario)
El carácter Conservador goza de una objetividad e indiferencia poco comunes, es una persona de principios fijos y fríos; avaro, conservador

1. Descripción de los rasgos más característicos.

El carácter Conservador goza de una objetividad e indiferencia poco comunes, es una persona de principios fijos y fríos; avaro, conservador. Sus valores principales son la disciplina, la fidelidad y la rica imaginación. Casi siempre es sincero, honrado y digno de confianza.

El Conservador suele caracterizarse por una pasividad habitual en un total sometimiento al pasado y a los hábitos que va adquiriendo. Su vida está apagada, carece de fuerza interior, entusiasmo y alegría. Es el tipo rutinario, conservador y esclavo de las tradiciones y costumbres. Es el más terco de todos los caracteres.

El conservador es meditativo y lento; se separa de cuanto lo rodea para insistir en su pesimismo y carencia. Es un carácter pobre y está sometido a las necesidades orgánicas y al automatismo. La pereza es algo constitucional en el apático, es retraído y solitario, no se interesa por nada. No siente necesidad de trabajar. No tiene iniciativas.

En cuanto a la vida social tienen pocas cualidades, pues siente un atractivo especial por la soledad y el aislamiento. Le gusta la tranquilidad, la vida monótona. Es cerrado, independiente, insensible y egoísta. Su lema es: "Pensar en sí mismo y quejarse".

Carece del estímulo de la emotividad y de la ayuda de la actividad. Por está razón permanece casi en estado potencial, sin movilizar, prácticamente sin tensión. Es una inteligencia muy mal dotada para extraer lo esencial, para la abstracción y para el establecimiento de relaciones lógicas. El pensamiento es incoherente y pobre de ideas.

2. Comportamiento religioso.

Tiene muy poca vivencia espiritual. Es indiferente en cuanto a religión. Tiene poco gusto por las prácticas de piedad. El apático sigue fácilmente a los demás en la oración y también es capaz de seguir con fidelidad un método de oración. Pero no tiene fervor interior, ni iniciativas, sobre todo para rezar personalmente.
Carece de energía espiritual por indolencia. Su inactividad y la no emotividad lo debilitan para alcanzar ideales de orden superior. Lleva por dentro un gran vacío interior.

Comprende que la dirección espiritual es muy útil para conocerse y ser mejor, pero no ve su conveniencia ni concibe su necesidad, por estar aferrado a sus ideas. Esto es una dificultad para cambiar su manera habitual de vivir.

3. Pedagogía pastoral.

También este carácter ha dado santos a la Iglesia, como san José de Cupertino.

a. Actitud del formador.

El formador puede tener mucha influencia en su formación, pues el apático necesita mucha simpatía, afecto y aliento. Muchas veces ha sido la falta de aliento y afecto durante su vida pasada lo que le ha causado una reacción de sombría tristeza. Una cara alegre, un corazón expansivo por parte del formador es la mejor manera de ganárselo. Esto le inducirá a la confianza y a la simpatía.

Con el Conservador hay que combinar la motivación con la exigencia. Estimularle en su trabajo, interesarse por lo que hace y proponerle metas de dificultad progresiva. Por otra parte, hay que fomentar hábitos de trabajo y actitudes de apertura y colaboración con sus compañeros de equipo.
Sus dos grandes defectos son la insensibilidad y su inactividad. Conviene poner remedio a base de un trabajo serio y con mucha paciencia y constancia; pero además, con mucho afecto y firmeza.

b. La vida espiritual.

Después de haberle mostrado con mucha delicadeza el lado débil de su carácter, hacerle comprender -sin desanimarle- que también él puede corregirse y progresar mucho en la vida espiritual. Hacerle comprender que la secundariedad para él constituye una verdadera fuerza espiritual, esto le animará y le infundirá confianza.
Por tanto, conviene que realice frecuentes actos de virtud: buscar la manera de transformar su instintiva inhibición en actos de voluntad. Que adquiera hábitos buenos en los distintos campos de las virtudes; que se acostumbre a vivirlas profundamente y no sólo a ejercitarlas rutinariamente.

Hay que proponerle la vida espiritual como un llamado amoroso de Dios a participar en la vida divina que es misericordia y amor. Hacerle comprender que la esencia de la religión se resume en el amor a Dios y al prójimo. Tampoco exponerle grandes metas o elevados ideales a alcanzar, sino irlo llevando poco a poco.

Motivar la confianza en la misericordia de Cristo y que él también puede llegar a santificarse mediante la oración. Hay que aprovechar su preferencia por lo que es habitual, para darle a conocer, antes que nada, un buen método de oración y una organización vital, no formalista, de la piedad: que ponga en ella toda la vida de su alma, y no la reduzca a una simple recitación vocal de algunas oraciones. Acostumbrarle a oraciones en las que pida por los demás o se ofrezca a sí mismo a Dios. Presentarle a Dios, bajo el aspecto de la bondad, como misericordia y verdadero refugio de los miserables y de los pecadores; a Jesucristo como Mediador, Salvador de los pecadores y consolador de los afligidos y de los necesitados.

No conviene exponerle la vida sobrenatural como un simple catálogo de reglas y prohibiciones, que cada vez le dejarían más indiferente, sino como un llamamiento amoroso de Dios a participar en la vida divina. Es conveniente, pues, hacerle comprender que toda la esencia de nuestra religión se resume en el amor de Dios y del prójimo. A través de una práctica dosificada de amor a Dios y al prójimo, se desarrollará necesariamente en él una cierta emotividad que contribuirá a crearle una tendencia a la actividad.

Hay que ejercitarle en obras que desarrollen el sentido de la obediencia por amor, y la aceptación de una responsabilidad que le comprometa sobrenaturalmente. Animarle mucho con el fin de demostrarle que también él, no obstante su gran debilidad, puede conseguir santificarse; que debe tener mucha confianza en la bondad y misericordia de Cristo.

c. El apostolado.

Se le facilita por su sentido del deber, su sentido de disciplina y su honradez y lealtad; sin embargo la indolencia es el gran obstáculo para el apostolado. No ve en él ninguna satisfacción. Ni comprende su necesidad. Carece de iniciativas. Tampoco tiene vitalidad ni fortaleza para hacer frente a las dificultades de toda obra de apostolado.

Hay que motivarle con el fin de suscitar un principio de inquietud por hacer algo. Así irá disminuyendo en él la dureza innata y la manera mecánica de comportarse. Conviene animarlo mucho y darle muestras de confianza, así irá saliendo de su inactividad y de su no-emotividad. Hacerle experimentar la satisfacción del esfuerzo y del éxito logrado para motivar el apostolado realizado por iniciativa personal, no por automatismo o por hábito, sino como fruto de su deliberación.

Hacerle trabajar en equipo con otro de carácter equilibrado, que llegue a ser como el "Ángel de la Guarda", para que se le abran la mente y el corazón a la emotividad y al trabajo. Sacar provecho de su inclinación a hacer las cosas por costumbre y de su tendencia a la terquedad, encauzándolas en una actividad fundada en el sentimiento y en la dócil colaboración.
El formador debe despertar el gusto y la satisfacción que proporciona la entrega a un ideal elevado. Hay que desarrollar las virtudes altruistas. Inducirle a considerar las necesidades del prójimo, e interesarle por los demás.

El secreto del éxito del apático estriba especialmente en la formación de la vida espiritual puesto que en su interior no existe nada que le empuje a la acción, habrá que estimularle por medio de los elementos exteriores. Según su capacidad, poco a poco hay que irle insinuando maneras con las cuales puede poner en juego su emotividad y actividad en el plano natural y sobrenatural. Cuando el apático haya despertado de ese letargo en que naturalmente vive y se dé perfecta cuenta de que solamente los que trabajan se hacen merecedores de una recompensa, como los obreros a la hora undécima y que recibieron luego la misma paga y la misma alabanza que los que habían trabajado todo el día; a pesar de sus modestas dotes naturales, si las emplea como debe, con la ayuda de la gracia, recibirá de Dios la recompensa y la gloria que durarán eternamente.



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jueves, 21 de agosto de 2008

10.I.- diversos test

EMOTIVIDAD Referencias
Evaluación Del Sujeto

1.¿Es usted impresionable, se turba ante un jefe?
¿Se sobresalta y se le acelera el corazón cuando oye
un ruido repentino? 9
¿Se turba a medias y sólo ante acontecimientos
chocantes? 5
¿Se mantiene frío, cualesquiera que sean las
circunstancias? 1 ______
2.¿Se siente nervioso en cuanto le parece que le
ofenden o se le discute? 9
¿Es preciso que surja una dificultad seria para que
se ponga nervioso? 5
¿Conserva la calma poco más o menos en todas las
ocasiones? 1 ______

3.¿Su humor es muy variable? 9
¿Bastante estable? 5
¿Muy estable? 1 ______

4.¿Monta usted en cólera con facilidad? 9
¿O sólo en las grandes ocasiones? 5
¿O se mantiene tranquilo siempre? 1 ______


5.¿Se siente inquieto cuando tiene que hacer una
gestión o una visita al médico? ¿Siente angustia? 9
¿O domina fácilmente esa inquietud? 5
¿O la ignora por completo? 1 ______

1.En el teatro o en el cine, ¿se emociona ante una
escena trágica? 9
¿O logra dominarse? 5
¿O permanece insensible? 1 ______

7.¿Se entusiasma con facilidad? 9
¿O casi nunca? 1
¿O precisa que le ocurra algo extraordinario? 5 ______

8.¿Es usted expresivo? Pronuncia palabras como
“formidable,estupendo, maravilloso, sensacional”
con vehemencia? 9
¿O en ocasiones muy raras? 1
¿O son necesarias para ello ocasiones extraordinarias? 5 ______

9.¿Palidece o enrojece con facilidad? 9
¿O nunca? 1
¿O solamente en ocasiones extraordinarias? 5 ______

10.¿Experimenta miedo (aunque sepa dominarlo)? 9
¿O en absoluto? 1
¿O sólo en circunstancias dramáticas? 5 ______

TOTAL DE PUNTOS:
Dividido por 10= Evaluación de la emotividad.


ACTIVIDAD Referencias
Evaluación del Sujeto

1.Después de su trabajo, ¿busca siempre otras
tareas? 9
¿O nunca? 1
¿O algunas veces? 5 ______

2.¿Realiza su trabajo con gusto y ánimo? 9
¿O por deber solamente? 1
¿O mitad por deber y mitad por gusto? 5

3.¿Tiende a realizar en seguida un trabajo
penoso y al mismo tiempo, necesario? 9
¿O lo aplaza? 1
¿O lo hace pero con cierta desgana y fastidio? 5 ______


4.Si se le presentan obstáculos, ¿le estimulan? 9
¿O abandona enseguida? 1
¿O ni uno ni lo otro? 5 ______

5.En caso de dificultad (olvido, pérdida, avería),
¿encuentra rápidamente una solución y sale del
paso fácilmente? 9
¿O aún siendo competente y hábil en su oficio, se
encuentra a menudo en aprietos que no sabe cómo
solucionar? 1
¿O ni lo uno ni lo otro? 5 _____

6.Si asiste a una disputa o riña, ¿tiende a mezclarse
con ella? 9
¿O se limita a observarla o volver la espalda? 1
¿O bien, domina con facilidad la tendencia a intervenir 5 _____

7.Si se encuentra ante una tarea nueva o difícil o con
una jornada complicada y llena de trabajo, ¿se siente
contento en el fondo? 9
¿O inquieto e inclinado a buscar ayuda? 1
¿O hace usted el trabajo, pero con cierto esfuerzo? 5 _____

8.¿Aprecia en los demás su entusiasmo por el trabajo? 9
¿O no piensa en ello jamás? 1
¿O lo considera como una cualidad cualquiera? 5 ______

9.¿Se levanta con agrado? 9
¿O le gusta quedarse en la cama? 1
¿O ambas cosas, según los días? 5 ______

10.¿Le gustan solamente las películas y novelas en las
que hay acción? 9
¿O las reposadas? 1
¿O unas u otras? 5 ______

TOTAL DE PUNTOS
Divido por 10= Evaluación de la Actividad.


RESONANCIA Referencias
Evaluación del Sujeto

1.¿Busca resultados a largo plazo (alto cargo, seguro
de vida, casa para retirarse o para sus hijos)? 9
¿O prefiere resultados rápidos (mañana o pronto)? 1
¿O ambas cosas, según las circunstancias? 5 ______

2.Tras una afrenta, ¿se reconcilia difícilmente? 9
¿O fácilmente? 1
¿O bien, al cabo de algún tiempo? 5 ______

3.¿Obra según sus principios, cualesquiera que sean
las circunstancias? 9
¿O bien, según las circunstancias? 1
¿O trata de conciliar los principios y las
circunstancias? 5 ______

4.¿Sigue un horario muy regular y preciso? 9
¿O esto carece de importancia para usted? 1
¿O se halla entre los dos extremos? 5 ______

5.¿Es amable con los viejos recuerdos, de sus costumbres,
de la misma casa, de la misma ciudad, de la misma manera
de pasar sus vacaciones? 9
¿O bien le gusta la novedad, la sorpresa, los cambios? 1
¿O una cosa y otra alternativamente? 5 ______

6.¿Es constante en sus amistades, simpatías y fiel a
sus compañeros de infancia? 9
¿O se cansa de sus amigos al cabo de algún tiempo? 1
¿O mitad y mitad? 5 ______

7.¿Tiene apego a los objetos que posee? 9
¿O le gusta modificar su morada, cambiar de ambiente
de barrio, de automóvil? 1
¿O mitad y mitad? 5 ______

8. En una nueva máquina, ¿le interesa el mecanismo más
que el resultado? 9
¿O sólo el resultado? 1
¿O ambas cosas a la vez? 5 ______

9.¿Es usted fiel a sus ideas y tradiciones? 9
¿O es abierto a las ideas de los demás y a las nuevas
modas también? 1
¿O se deja influir mucho por las novedades? 5 ______

10.Después de un pleito o de un grave trastorno, se
consuela difícilmente y reanuda con mucha lentitud
su vida habitual? 9
¿O la rehace pronto? 1
¿O se halla entre los dos extremos? 5 ______



TOTAL DE PUNTOS:
Divido entre 10= Evaluación de la Resonancia

miércoles, 20 de agosto de 2008

11.-RELACIONES FAMILIARES

Relaciones familiares. Entre esposos. Entre padres e hijos. Entre hermanos.

El ámbito natural donde se acoge al ser humano sin reservas, por el mero hecho de ser persona, es justo la familia. En cualquier otra institución —en una empresa, pongo por caso— resulta legítimo, y a menudo necesario, que se tengan en cuenta determinadas cualidades o aptitudes, sin que al rechazarme por carecer de ellas se lesione en modo alguno mi dignidad (el igualitarismo que hoy intenta imponerse para «evitar la discriminación» sería aquí lo radicalmente injusto).

Por el contrario, una familia genuina acepta a cada uno de sus miembros teniendo en cuenta, sí, su condición de persona, como el resto de las instituciones (de ahí el famoso precepto kantiano); y además… su condición de persona. Y basta. Y, al acogerlos, les permite entregarse y cumplirse como personas.

Por eso cabe afirmar que sin familia no puede haber persona o, al menos, persona cumplida, llevada a plenitud. Y ello, según acabo de sugerir, no primariamente a causa de carencia alguna, sino al contrario, en virtud de la propia excedencia, que «nos obliga» a entregarnos… o quedar frustrados, por no llevar a término lo que demanda nuestra naturaleza, nuestro ser.

La realización y la madurez de la persona dependen en gran medida de la armonía que logre en sus diversas relaciones, y en primer lugar, en las que se refieren a la vida de familia.

Las relaciones en familia tienen características que las hacen únicas: son íntimas, continuas, variadas y complejas.

Existen diversas formas de relaciones familiares:

1. Relaciones entre esposos (conyugales).
2. Relaciones entre padres e hijos
3. Relaciones entre hermanos

1. RELACIONES ENTRE ESPOSOS

La primera relación familiar es entre los cónyuges. Es una relación entre dos personas que, libre y voluntariamente, por amor, decidieron unir sus vidas para formar una nueva familia, y que se han comprometido ante Dios Nuestro Señor, a amarse y respetarse todos los días de la vida. Esta unión es bendecida por el mismo Jesucristo a través del sacramento del matrimonio.

La armonía familiar depende de que esta relación sea amorosa, amable y sólida. Si los esposos se aman, se comprenden y se apoyan mutuamente, la unión familiar se dará. Cada uno de ellos aportará al matrimonio y a la familia su riqueza personal, él como hombre, ella, como mujer.

Si esa relación conyugal brilla por la entrega, la generosidad y el amor, los hijos crecerán sanamente, llenos de seguridad, pues saben que sus padres se aman.

Desgraciadamente, en muchos matrimonios, se olvida la relación conyugal como base de la armonía familiar, se olvidan de que primero son esposos, antes que ser padres. Se centran en ser padre o madre y destruyen su matrimonio y a la familia entera.

La relación conyugal mantiene el diálogo entre esposos, aumenta el cariño, el amor, la ternura y la confianza. Si padre y madre están unidos como esposos y como padres, la familia quedará revestida del verdadero amor, y los hijos crecerán aprendiendo a amar al ver el amor de sus padres.

Para este inciso consulta El Edificio del Matrimonio de P. Antonio Rivero.
http://es.catholic.net/familiayvida/159/319/articulo.php?id=25704
Un misterio llamado matrimonio de Guillermo Urbizu.
http://es.catholic.net/familiayvida/159/319/articulo.php?id=26805

Además de la relación de marido y mujer, deberán conjuntar armónicamente otro papel: el de SER PADRES. Ante la disyuntiva de ser padres o cónyuges en determinado momento, la respuesta es por vía de la CONFLUENCIA, más que por el de la incompatibilidad. Deben esforzarse por lograr la armonía de ambas funciones y que para ambos sea de interés común la familia y la educación de los hijos.

2. RELACION ENTRE PADRES E HIJOS.

Para que los hijos se sientan amados y aceptados en la familia, hay que dedicarles un tiempo especial. Convivir con ellos. El padre con todos y cada uno de los hijos, al igual que la madre. Cada hijo es una persona única e irrepetible y necesita atención personal.

Ser cariñoso y atento con todos y cada uno de los hijos. Cuando los padres lleguen del trabajo o de otras actividades, aunque estén cansados, jugar con ellos, escucharlos, atenderlos. Que se sientan amados y aceptados. ¡Que descubran en el rostro de sus padres la alegría y el deseo de estar con ellos!. Cuando un hijo se siente rechazado por el padre o la madre, sufrirá mucho en las diferentes etapas de su vida.

Que esa relación esté llena de cariño, paciencia, interés, amabilidad, detalles. No dejar que la comodidad, la flojera o el egoísmo dominen sobre estos sentimientos. Si los padres están cansados, pedirle a Dios fuerzas para darle el mejor tiempo a los hijos.
Aceptar a los hijos tal cual son, con sus cualidades y sus defectos; dar gracias a Dios por tenerlos, ser cariñosos, afectuosos, amorosos; respetarlos, comprenderlos y tenerles mucha paciencia.
Ser responsables de su educación, ser justos con ellos y tratarlos según su edad.

Deberes de los padres

El papel de los padres en la educación de sus hijos tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Lo que sus padres no hagan por ellos, nada ni nadie lo hará. De ahí que el derecho y el deber de los padres de educar a sus hijos sean la primera obligación que no se la pueden delegar a nadie. Ellos son los que deben realizarla.

Para llevar a cabo esta educación a los hijos, los padres deben de verlos como hijos de Dios, como imágenes y semejanza de Dios. Más aún, ver al mismo Jesucristo en ellos:
Nos dice San Mateo:Porque tuve hambre, y ustedes me alimentaron; tuve sed y ustedes me dieron de beber;... Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber,... ? ... En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de estos más pequeños, a mí me lo hicieron.

Así, al ver a Jesucristo mismo en esas caritas inocentes de los hijos, los padres de familia los educarán respetando ante todo su dignidad como personas.
Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Al crear el hogar adquieren esta responsabilidad. Por tanto, un hogar, especialmente si es cristiano, tendrá como normas a la ternura entre todos sus miembros, el perdón sincero y amoroso ante los errores, el respeto en el trato entre todos, la fidelidad y el servicio desinteresado a los demás miembros del hogar.

a)La educación de las virtudes

El lugar más apropiado para que los hijos crezcan en las virtudes es la familia. Será necesario su esfuerzo constante y asiduo por dar buen ejemplo constantemente. Pues es parte de su gran responsabilidad. Pero, ¿cómo podrán los padres educar a sus hijos en algunas virtudes que ellos mismos no tengan, si se ha dicho que es fundamental educar con el ejemplo?. No es necesario ser perfecto. Basta a los hijos ver que los padres también se esfuerzan en practicar esa virtud. El ejemplo del esfuerzo es lo que arrastrará a los hijos.
Al reconocer ante los hijos los propios defectos, un padre de familia se hace más apto para guiarlos y corregirlos.

Nos dice la Sagrada Escritura:
“El que ama a su hijo, le corrige sin cesar... el que enseña a su hijo, sacará provecho de él” (Si 30, 1-2).
“Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor” (Ef 6,4).

El hogar es un medio natural para que los hijos aprendan a vivir en sociedad. Aprovechen los padres esta realidad para enseñar a sus hijos a guardarse de los peligros, riesgos y degradaciones que amenazan a las sociedades humanas.

b)La educación en la fe

Por la gracia del sacramento del matrimonio, los padres han recibido la responsabilidad y el privilegio de evangelizar a sus hijos. Los papás serán los primeros mensajeros de la fe para sus hijos. ¡Qué hermoso es ver a una madre y a un padre que, desde los primeros años de vida de su hijo, le empiezan a hablar de Dios! ¡Qué alegría le da al Señor ver a aquellos niños muy pequeños acercarse a Él en la Iglesia y mandarle un beso cariñoso! ¡Benditos los padres que van introduciendo poco a poco a sus hijos al contacto personal con Dios!
¿Cómo será la vida de fe del niño cuando sea adulto? Será según los cimientos que sus padres le dieron de niño.
Los padres tienen la misión de enseñar a sus hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios. Así, en ese contacto con Dios, la familia crecerá como cristianos. ¡La familia que reza unida, permanecerá unida!.

c)Proveer a las necesidades físicas y espirituales de los hijos

El respeto y el afecto de los padres se traducen, durante la infancia de los hijos, ante todo en el cuidado y la atención que consagran para educar a sus hijos, y para proveer a sus necesidades físicas y espirituales.
No basta procrear a los hijos. Es necesario proveerles de todo lo necesario para que puedan desarrollarse integralmente como personas. Esfuércense los padres en dar a sus hijos, en la medida de sus posibilidades, todo lo que requieran: casa, comida, sustento. No escatimen los esfuerzos para lograrlo.
Dentro de las necesidades espirituales se encuentra el enseñar a los niños a pensar bien, para que sean capaces de decidir por lo mejor. Esto es educarlos para la vida.
Finalmente, será deber de los padres, apoyar a sus hijos cuando sean mayores al elegir su profesión y estado de vida. Ellos decidirán lo que crean más conveniente, siempre que sea algo honesto. En esos momentos, los padres, en un ambiente de confianza y respeto, den sus consejos y pareceres a los hijos. Al igual, no presionen a sus hijos en la elección de su futuro cónyuge. Sin embargo, ayuden a sus hijos con consejos juiciosos.

Deberes de los hijos

Dado que la paternidad humana tiene su fuente en la paternidad divina, los hijos honren a sus padres. El respeto de los hijos a sus padres se nutre del afecto natural nacido de la familia. Es exigido por el precepto divino, el cuarto mandamiento de la ley de Dios: honrarás a tu padre y a tu madre

La piedad filial, es decir, el respeto a los padres, está hecho de gratitud para quienes con su amor, su trabajo y su vida, han traído a sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia.
Recordemos lo que dice el libro del Eclesiástico, en las Sagradas Escrituras:
Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?. (Si 7, 27 - 2
El respeto de los hijos se expresa sobretodo en la docilidad y la obediencia verdaderas.

Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre. Grábalos constantemente en tu corazón, cuélgalos a tu cuello. Ellos guiarán tus pasos, te velarán cuando duermas, y te hablarán al despertar (Proverbios 6,20-22).

Mientras el hijo vive con sus padres, debe obedecer a todo lo que éstos dispongan para su bien o el de la familia.

San Pablo en su carta a los colosenses: Hijos, obedezcan en todo a sus padres, porque esto es grato a Dios en el Señor(Col. 3,20).

El cuarto mandamiento de la ley de Dios, recuerda a los hijos cuando ya sean mayores de edad su responsabilidad para con sus padres. En la medida de sus posibilidades han de prestarles toda la ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, incluso en momentos de soledad y de abatimiento.

Nos dice la Sagrada Escritura:
El Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. Quien honra a su padre expía sus pecados; como el que atesora es quien da gloria a su madre. Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. Quien da gloria al padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da sosiego a su madre (Si. 3,2-6).

Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor... Como blasfemo es el que abandona a su padre, maldito del Señor quien irrita a su madre (Si 3,12-13.16).

Educar es fascinante Emilio Aviles.
http://es.catholic.net/familiayvida/158/320/articulo.php?id=33419

3. RELACIONES ENTRE HERMANOS

Los hermanos deben aprender a cultivar la solidaridad entre ellos. Los padres deben ayudar y fomentar el amor entre los hermanos, el respeto entre ellos y sobre todo, el sentido de amor por el más débil. Son los hermanos el principal sostén cuando uno de ellos pasa una dificultad económica, de salud o trabajo y si no aprenden a ayudarse desde pequeños, de mayores les será más difícil.

El gran fruto de las relaciones familiares será el amor, la confianza, el cariño, la unión familiar, la alegría de vivir.

Buscar el ejemplo de la Sagrada Familia: en la Biblia, en San Lucas 1-3, se puede observar a José dedicado a su familia, María educando a Jesús, y el niño Jesús sujeto a sus padres.

Contemplar la relación amorosa de Jesús con su Padre Celestial. Siempre dialogando con Él a través de la oración, contándole todas sus alegrías y sus penas. (Oración en el Huerto de Getsemaní: San Lucas 22, 39-46)

Lo propio de las relaciones fraternas es estar unidos, debe ser fuente de amor y solidaridad entre ellos. Suelen ser extensas y profundas, abarcan las distintas etapas del desarrollo.

La amistad entre hermanos no siempre se da, aunque exista un fuerte lazo de cariño. Es necesario enseñarles a ser buenos hermanos, hablando con ellos sobre el valor de la fraternidad. Si nosotros tenemos hermanos, poner de ejemplo situaciones positivas.

Es también labor de los padres prevenir situaciones conflictivas y de rivalidad, que se originan muchas veces por competir por el amor de los padres o por las preferencias que perciben. Por ello es muy importante evitar siempre las comparaciones.

Cuando se dan conflictos, debemos saber actuar:

· Tolerando algunos conflictos cuando no sean de importancia.
· Hablando con cada hijo por separado para escuchar su versión.
· Enseñándoles a resolver sus conflictos mediante el perdón.
· No tomando partido ni involucrándose.
· Aprovechando los conflictos para educar en valores y virtudes.
· Propiciando un ambiente de alegría, aceptación y cariño.
· Reforzando conductas positivas: promoviendo proyectos en común, viajes, visitas, jugando juntos, compartiendo, haciéndose favores entre sí, ayudándose a realizar alguna tarea.

Debemos cuidar algunas obligaciones que los hijos deben cumplir con sus hermanos:
Amor incondicional, comprensión, respeto, ayuda material y espiritual.
Los hermanos mayores ayudan a la transmisión y cumplimiento de normas y costumbres con su buen ejemplo.

Amor de hermanos P. Fernando Pascual
http://es.catholic.net/familiayvida/158/320/articulo.php?id=33777

Envidias entre hermanos Irene Gutiérrez.
http://es.catholic.net/familiayvida/158/287/articulo.php?id=7157

Para terminar, retomemos la función de los padres que corresponde a SERVIR.
En nuestra sociedad, pareciera que existe un rechazo al servir o al sacrificio. Tendemos a pasarla bien a cualquier precio. Cada vez es menos frecuente que nos enseñen que también se aprende sufriendo o renunciando, si las circunstancias así lo exigen.
Lograr dar trato personal en la vida de familia, cuidar y hacer crecer la intimidad de cada uno, implica necesariamente esfuerzo y una continua actitud de servicio de los padres (sin hacer por los hijos lo que ellos pueden hacer).

El SERVICIO, con el sacrificio que implica, se justifica por el AMOR. Basta con preguntar a una mamá que se despierta en la madrugada varias veces a dar de comer a su bebé, si se cuestiona el sacrificio que implica. Pierde su calidad de “víctima” porque lo hace por amor. El significado positivo de servir, es poner a disposición de otros, lo que somos, sabemos y tenemos, para ayudarlos a crecer y a ser felices.

martes, 19 de agosto de 2008

12.- EL EDIFICIO DEL MATRIMONIO

El Edificio del Matrimonio
El matrimonio como un gran edificio se va construyendo día a día, minuto a minuto, segundo a segundo


Quiero comparar el matrimonio a un gran edificio que se va construyendo día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. El día del casamiento se pone el primer ladrillo. Y el día de la muerte, el último.

Del esposo y de la esposa, junto con los hijos, depende:

· La solidez de ese edificio.
· La belleza de ese edificio.
· La luminosidad de ese edificio.
· La limpieza de ese edificio.
· La altura de ese edificio.

1. Solidez del edificio

¿De qué depende la solidez del edificio matrimonial?

De los cimientos y columnas. La solidez de una casa no depende de los cuadros que colgamos en la pared, ni de la antena parabólica, ni de la hermosa chimenea que hermosea y calienta el rincón de nuestra casa. Para que un matrimonio sea sólido, resistente a todos los vientos, huracanes y sismos, es necesario que tenga unos cimientos bien sólidos, graníticos, macizos.

¿Cuáles son esos cimientos y columnas sólidos y macizos en el matrimonio?

La piedad, esa virtud hermosa que reúne a toda la familia en torno a Dios todos los domingos, que junta todos los días a padres e hijos junto a un cuadro o una imagen de la Virgen a quien rezan un poco. La piedad es la que mueve a esa familia a bendecir los alimentos antes de las comidas.

La fe es otro cimiento y columna sólida en el matrimonio. La fe que les permite ver todas las cosas que les ocurren a la luz de Dios, es más, ven la mano de Dios en todo. La fe les hace superar las crisis y posibles vaivenes de la vida.

El amor es una columna sin la cual el edificio del matrimonio se derrumba. El amor como entrega, sacrificio, donación, capacidad de comprensión y bondad.

La fidelidad no puede faltar como cimiento que sostiene toda la casa matrimonial. La fidelidad a la palabra dada. La fidelidad al otro cónyuge. Fidelidad a los deberes del propio estado. Fidelidad en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad.

Y sacrificio, como cimiento macizo del edificio matrimonial. ¿Qué es el sacrificio? Es ese saber sufrir, soportar, aguantar todos los contratiempos de la vida. Ese poner buena cara a lo que nos cuesta o nos desagrada. La vida matrimonial y cualquier vida humana está llena de sacrificio, porque el sacrificio es ingrediente del devenir humano. Es el sacrificio el que nos hace madurar y va quitando de nosotros esas actitudes egoístas y caprichosas.

Si estos son los buenos y sólidos cimientos, ¿cuáles serían los cimientos débiles, de paja, de barro? Los gustos, los caprichos, el egoísmo, la indiferencia religiosa.

2. Belleza del edificio

La belleza de una casa depende del buen gusto en las dimensiones, proporciones, simetría.

Y la belleza de un matrimonio, ¿de qué depende? Del amor. El amor es el embellece al matrimonio, le da sus perfiles hermosos, permite la serenidad en cada rincón de casa, hace sonreír a padres e hijos.

¿Qué es el amor? Es difícil definir el amor, pues el amor no es para explicar. El amor es para vivir, para dar, para recibir. El amor es esa fuerza interior que me hace salir de mí mismo para darme a los demás, para entregarme a mi amado, sin buscar compensaciones, sin obligarle ni forzarle a que me ame. El amor es saber callar los defectos del otro, salir al encuentro del otro cuando lo necesita, es ofrecerme al otro, perdonar al otro, comprender al otro, ofrecerle limpiamente mi cariño. El amor exige una buena cuota de desprendimiento personal, de sacrificio y de renuncias por la persona a quien amo.

¿Por qué el amor embellece el edificio matrimonial? Porque va quitando aristas que sobran, puliendo superficies rugosas, limpiando azulejos sucios, empapelando con buen gusto paredes descarapeladas o en mal estado. El amor se fija en el detalle bello del ramo de flores para mi esposa, en ese dejar la ropa olorosa a mi esposo. El amor es el perfume del hogar. El amor es afecto, es decir, ternura, acercamiento cariñoso al estado del otro. El amor es amistad, es decir, quiere el bien del otro y une las personas. El amor no se empolva. El amor verdadero embellece el hogar. El amor hace crecer sanos física y psicológicamente a los hijos. El amor rejuvenece al matrimonio.

La falta de amor afea el matrimonio, desteje el paño familiar, raya las escaleras que hermosean la casa, quiebra las lámparas colgantes, ensucia las alfombras de los recibidores y exhala un mal olor en toda la casa. La falta de amor provoca las discusiones, hace subir el tono, hiere los sentimientos de las personas a quien más deberíamos amar. La falta de amor distancia los corazones, las almas y los cuerpos. La falta de amor descuida los detalles y le hace a uno ser grosero. La falta de amor envejece al matrimonio.

El amor es fuego que calienta esa casa. La primera que lo enciende es la madre, que es el corazón de la familia y es la primera en levantarse. Ese fuego que el marido, el papá, debe mantener a lo largo del día, desde su trabajo, llamando por teléfono a su mujer, trayendo a casa siempre y todos los días, algo de leña para alimentar ese fuego del amor en el hogar. ¡Que no traiga el cubo de agua de sus disgustos, para echarlo encima y apagar ese fuego! Ese fuego del que se alimentan los hijos, les hace crecer sanos, física, psicológica y espiritualmente. Este fuego hay que colocarlo en el centro del hogar y desde ahí se irradiará a todos los rincones. Ese fuego se alimenta cada día con la piedad, el rezo en familia, la devoción mariana.

Que no pase un día sin alimentar y acrecentar ese fuego con la oración en familia. A veces cuesta encender ese fuego en los hogares, sobre todo, si se dejan todas las puertas y ventanas abiertas a todos los aires, o se cuela el hielo del invierno y de la indiferencia. ¡Familias, enciendan el fuego del amor durante su vida, poniendo cada uno la leña del sacrificio que han ido consiguiendo a base de esfuerzo y trabajo! ¡Defiendan ese fuego, aunque tengan que quemarse las manos y el corazón! Sin el fuego del corazón, se destruye el hogar, la familia, los matrimonios

3. Luminosidad del edificio

¿De qué depende la luminosidad de una casa? De los ventanales. Una casa sin ventanas al exterior se convierte en una casa lúgubre, oscura y propensa a la humedad.

Lo mismo en el matrimonio. La luminosidad en el matrimonio depende de los grandes ventanales. ¿Para qué los grandes ventanales? Los grandes ventanales permiten airearse todos los rincones de la casa, para que no se acumulen los malos olores. Los grandes ventanales permiten la entrada de luz al hogar...y entrando la luz mueren las bacterias, la humedad, los hongos. Entrando la luz, se puede percibir mejor el polvo y las cosas sucias, y así poder limpiarlas, barrer bien todo. Los grandes ventanales permiten descansar la vista y alargarla hacia los anchos horizontes, ver las necesidades del mundo y de los hombres. ¡Familias, construyan en sus hogares grandes ventanales! No para que dejen meter los malos aires que hoy soplan por ahí: el aire del egoísmo que quiere limitar los nacimientos por medios ilícitos, artificiales, porque –según dicen- “familia pequeña, vive mejor”; ¡esto es egoísmo!; el aire del hedonismo, que busca el placer por el placer mismo; el aire del consumismo, que prefiere una heladera o un nuevo apartamento, a un nuevo hijo; los aires de la emancipación y liberación de la mujer, a quien se le obliga trabajar fuera de casa todo el día “porque así se realiza mejor, profesionalmente”, pero nunca está en casa para educar a sus hijos, para convivir con sus hijos; los aires de matrimonios a prueba, mientras tanto, a ver si funciona; los aires divorcistas, separatistas, para hacerse un nuevo amigo sentimental. ¡Grandes ventanales para que entre el aire renovado del Espíritu que sopla donde quiere y trae aromas del cielo! ¡Grandes ventanales para que la brisa suave de la oración matutina y vespertina consuele a toda la familia! ¡Grandes ventanales para poder ver la Iglesia de nuestra zona y acordarnos de ir a misa en familia y rezar antes de las comidas, o ante una imagen de la Virgencita! ¡Grandes ventanales para ver lo mucho que sufren nuestros hermanos, los hombres, y poderles echar una mano! ¡Grandes ventanales como los del portal de Belén, que era todo ventanal para mirar a todos los hombres y permitir que todos se acercaran a adorar al Salvador! ¡Que no haya recovecos en nuestros hogares, puertas secretas y oscuras, teléfonos escondidos desde donde llamar a piratas que quieren destruir nuestro hogar, nuestra familia, nuestros hijos!

Luminosidad en el matrimonio, y no mentira, falsedad, apariencia, infidelidad.


4. Limpieza del edificio

¿De qué depende la limpieza del matrimonio? De los mil detalles de cada día. De quitar cada día lo que ensucie, ese polvo que cae casi sin percibirlo. De no dejar acumulada ropa sucia, ni arrinconada la basura.

Limpieza en el dormitorio. Nada debe haber ahí que manche la intimidad del matrimonio. Limpieza de palabras, de gestos, de miradas. ¡Qué conversaciones tan limpias deberían hablarse ahí! La oración común, en el dormitorio va limpiando a la pareja cada noche y la va fortaleciendo en sus vínculos.

Limpieza en la mesa. Es la mesa la que va a unirnos varias veces al día a los miembros de la familia, para compartir el pan, las alegrías, las lágrimas, los proyectos. En la mesa se da el banquete familiar. Por eso, ahí debe haber limpieza suma. Allí en la mesa, nos miramos mutuamente, sonreímos, charlamos, disfrutamos de ese gozo de sabernos amados, queridos. En la mesa tenemos la oportunidad de practicar y crecer en muchas virtudes: apertura, respeto, servicialidad, moderación, generosidad. Sobre la mesa se pone el pan, las flores y el cariño. El pan que se parte, se reparte, se comparte. Las flores que adornan y embellecen la mesa familiar. Ahí se ofrece el cariño, que es esa corriente cordial que electrifica a todos los miembros y les permite el darse mutuamente, el abrirse, el comprenderse, el perdonarse. En la mesa hay que evitar el discutir, el pelearse, el encerrarnos en nosotros mismos...., pues todo esto ensuciaría el amor del matrimonio e impediría una buena digestión, creando un clima de crispación y rivalidad. En la mesa hay que evitar el querer comer a solas, en un rincón, o después de todos...como islas...; así simplemente se corta con esa corriente afectiva y familiar, y se convierte uno en su misma casa en un huésped extraño que entra y sale. Ha convertido su casa en un hotel, o posada, donde se va a comer, a dormir, a tomar una ducha o a cambiarse de traje, cuando se quiere.

Limpieza en la sala de estar. No permitir hablar mal de nadie, cuando vienen huéspedes o amigos. La sala de estar debe estar limpia de envidias, maledicencias, calumnias. La sala de estar debe tener siempre el florero lleno de flores olorosas: el buen humor, la benedicencia, el respeto, la jovialidad, la alegría. No la sala de estar no debe acumularse el humo de cigarrillos de la frivolidad y de la chabacanería. La sala de estar debe vista al patio o al jardín, para que allí se vea lo que se hace sin intenciones torcidas.

Limpieza en el patio, porque ahí deben jugar los niños. Que haya árboles y columpios y jardín. Pero todo limpio. La limpieza ayuda a los hijos a oxigenarse, airearse y a crecer sanos.

5. Altura del edificio

La altura del edificio matrimonial depende de la generosidad en el amor fecundo, abierto a la vida. Dios dijo a la primera pareja de la historia, Adán y Eva: “Creced y multiplicaos”.

Así como Dios es generoso con nosotros, así también los matrimonios deben ser generosos en transmitir la vida. ¡Qué hermoso es ver esas familias numerosas, donde los hijos alegran cada rincón de la casa! ¡Cómo se ejercitan en el cariño, en la donación, en la preocupación de unos por otros...cuando son muchos hermanos! Comparten todo, juegan juntos. También a veces se pelean, pero después se reconcilian. Si sólo hay un hijo en casa, ¿con quién juega, con quién comparte sus cosas, a quién sonríe, con quién se pelea, con quién hace las paces? No tiene hermanos. El niño que no tiene hermanitos es más propenso a la tristeza, al egoísmo, al aislamiento. Se le acorta el crecimiento afectivo y psicológico.

Familias, sean generosas. ¡Amen, sean portadoras de amor, defiendan el amor, protejan el amor, den amor!


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