domingo, 24 de agosto de 2008

10.F.- CARACTER FÉRREO

F. Carácter Férreo (noEmotivo-noActivo-Primario)
Es dócil y nada polémico, no resiste a la autoridad, es conciso y exacto, objetivo y observador

1. Descripción de los rasgos más característicos.

Tenemos que partir del hecho de que este carácter, junto con el conservador, es el más pobre de todos porque le faltan los tres elementos positivos: no tiene la riqueza interior de la emotividad; no tiene el poder y la fuerza de la actividad y no tiene el equilibrio y la discreción de la secundariedad.

Su rasgo característico más fuerte es la pereza. No siente internamente su falta de actividad, más bien, ésta va acompañada de cierta alegría y satisfacción. Se deja arrastrar fácilmente por el ambiente, es indolente para todo y poco aseado. Su incapacidad de esfuerzo es modesta, pero no nula.

Carece de miras elevadas, se contenta con poco, se consuela enseguida ante las contrariedades, no tiene grandes aspiraciones, le basta con vivir al nivel ordinario. No tiene temor ante los peligros y las desgracias, por lo tanto es valiente al máximo. No es aprensivo, ni pesimista, está protegido contra las enfermedades nerviosas y mentales que en el mundo actual es una gran ventaja, es sociable en grado sumo. Es dócil y nada polémico, no resiste a la autoridad, es conciso y exacto, objetivo y observador. Este es su secreto de éxito en el trabajo y en la sociedad. Le gustan los deportes.

Se deja llevar por los deseos del cuerpo, es comelón, dormilón y fácilmente se deja llevar por sus bajos instintos; está sometido a las excitaciones del instante. Es indiferente a todo, aunque es inteligente no sobresale, a causa de su inercia y baja curiosidad. Razona con mucha lentitud y de forma superficial. Está incapacitado para el pensamiento abstracto. Se muestra indeciso, torpe, desordenado, abúlico e inadaptado.

No vibra por ningún ideal, ni se esfuerza ante una acción noble, no experimenta ningún sentimiento porque tiene un vacío interior, al no poseer nada de afectividad se deja llevar por el egoísmo. Vive en y del momento presente; es superficial, se deja llevar por el medio ambiente.

2. Comportamiento religioso.

Carece de fervor religioso. Es él más frío de todos los caracteres. El sentimiento religioso es muy débil y superficial. No se inclina a la piedad. Cumple las prácticas cuando debe seguir a los demás.

No siente deseo de perfeccionarse. No se preocupa del más allá. Está situado en las cosas de este mundo. El misterio y el sentido sobrenatural no encuadran en su psicología. Carece de vitalidad personal para comenzar por propia iniciativa un trabajo espiritual.

Su oración es interesada, para pedir. Aunque es fiel a la práctica de la confesión, hace una acusación vaga de sus culpas. Su contrición es superficial, confesarse significa: "quedarse tranquilo". Reduce la meditación a una lectura, se duerme con facilidad. Prefiere una lectura amena, profana o una conversación cualquiera, a una visita al Santísimo.

3. Pedagogía pastoral.

San Benito Labre es el más elocuente y eficaz modelo de este carácter.

a. Actitud del formador.

El carácter Férreo no siente necesidad de la dirección espiritual, hay más pasividad que docilidad cuando acude a ella. Escucha y acepta los consejos que se le dan, no pone resistencia alguna ni manifiesta ninguna reacción. Por eso hay que exponerle un ideal de vida sobrenatural de acuerdo a sus capacidades.

La bondad y confianza, por una parte, y darle ánimos, por otra, con consejos oportunos impartidos con firme pero paternal insistencia, pueden dar efectos sorprendentes en el alma de un amorfo. Ante un formador fuerte y cariñoso cede y se deja formar Dado que el amorfo es insensible y flojo, el formador debe poseer mucha fuerza de carácter y virtud para avivar su corazón en una actividad continua. No se deben esperar milagros, ni que se vaya a entusiasmar con ideales demasiado elevados, pero sí debe lograr un esfuerzo consciente y ordenado, a través de metas sucesivas y fáciles de alcanzar.
Por tanto, primero hay que hacerle ver su carácter, su manera de ser, con los defectos, peligros, tentaciones y también sus cualidades con las que podrá alcanzar el éxito. Segundo, que experimente el gusto interior que proporciona toda actividad bien llevada.

En la dirección espiritual hay que recordarle que el mundo sensible es caduco, efímero y no puede llenar las ansías del corazón. Hay que insistir mucho en la parte activa de la vida espiritual; en la entrega a Dios y a las cosas de Dios, motivarlo a romper la rutina diaria egoísta. Alentarlo y hacerle ver el fruto de la dirección espiritual para despertar en él la emotividad.

b. Vida espiritual.

Proponerle un ideal de vida sobrenatural, adaptado a su capacidad y mantenerle metas inmediatas. Para despertar en él la necesidad de la oración, apoyarse en las inclinaciones positivas que tiene; por ejemplo: oración de petición, oración litúrgica, cantos; después pasará poco a poco a la oración personal.

Al ser esclavo de su propio cuerpo, hay que empezar su trabajo espiritual por el dominio de sus sentidos interiores y exteriores; que se ejercite en los pequeños sacrificios corporales para robustecer la voluntad.

Ayudarle a la entrega a los demás picándole su amor propio y aprovechando su capacidad intelectual; incluso que se sensibilice poco a poco con el dolor y las miserias humanas.

En el campo de la castidad, dado que es el más expuesto a las tentaciones de los sentidos: gula, pereza, sensualidad, comodidad... Se le debe motivar a una práctica seria y metódica de la mortificación de los sentidos.

c. Apostolado.

Como no le atrae el apostolado por su pereza y egoísmo, hay que insistir en dos aspectos: la motivación del sentido del deber y la necesidad y nobleza del trabajo por el prójimo. Motivarlo continuamente y ayudarle a organizarse, porque de lo contrario no hará nada. Se puede conseguir de él un esfuerzo consciente y ordenando, cuando se le propone algo atrayente y fácil de lograr.

Finalmente conviene anotar que este carácter no es para grandes empresas, porque le faltan elementos fundamentales positivos, pero no es un enfermo incurable. Debe ser valorado por el formador. La experiencia enseña como han existido ejemplos de carácter amorfo, de radical conversión psicológica, lo que demuestra que una naturaleza humana, por muy pobre que sea, cuando es dócil a la gracia divina, puede llegar a la santidad.



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