viernes, 15 de agosto de 2008

16.- ENVIDIAS ENTRE HERMANOS

Envidias entre hermanos
¡Mi hermano es el preferido! ¡A él le queréis más que a mí!...


Éstas, como otras muchas acusaciones semejantes, pueden llegar a cruzar, casi sin darnos cuenta, nuestra sala de estar una tarde cualquiera.

Son nuestros hijos. Esos niños a los que a pesar de quererles con toda el alma y aún demostrándoselo a diario no se sienten lo suficientemente seguros de sí mismos como para reconocer que en casa nadie prefiere a nadie.

En estos casos, lo mejor es analizar la situación: ¿Celos o simple pelusilla? Para descubrirla tendremos que buscar los motivos que han hecho pensar de este modo a nuestro hijo.

Aunque siempre hayamos intentado comportarnos justamente con nuestros pequeños, dando a cada hijo el cariño que necesita, cubriendo con afecto todas sus necesidades... Eso no quiere decir que uno de nuestros hijos, sobre todo en esta etapa escolar, no llegue a sentir en algún momento celos de sus hermanos.

Al fin y al cabo, todos los chicos de esta edad desean lo mismo, el “exclusivo” amor de sus padres. Para ellos, ser el orgullo de papá o mamá lo es todo en la vida y no conseguirlo o, suponer que no se ha conseguido, puede dar lugar a la aparición de envidias o celos.

Una experiencia

Este sentimiento, suele tener su origen en la falta de autoestima. El niño inseguro suele tener más propensión a sentir celos que aquel que se siente a gusto consigo mismo y optimista. En cualquier caso, estas situaciones son bastante normales.

Por ello, ante los celos de nuestro hijo es conveniente actuar con tranquilidad pues una vez atajado el problema lo más probable es que todo quede en una experiencia más que le ayude, incluso, a moverse mejor en sociedad el día de mañana.

Asimismo, conviene recordar que no es necesario que exista una situación concreta en casa para que nuestro hijo sienta celos de alguno de sus hermanos.

En algunos casos, es la propia inseguridad del niño la que le lleva a forjarse cientos de ideas totalmente equivocadas sobre quiénes son nuestros preferidos o a quién queremos más.

De ahí, esa tan habitual pregunta que muchos niños de estas edades suelen hacer a sus padres: ¿Cuánto me quieres papá?

Cariño y paciencia

El origen de estos celos, de esta necesidad de ser el más querido suele ser distinto en cada caso. Muchos niños se sienten celosos de sus hermanos por culpa de algún complejo. Es decir, si nuestro hijo lleva aparato en los dientes o es "un pato mareado" montando en bicicleta y en cambio su hermano mayor no sólo es un “as” del deporte sino que además es atractivo, no es extraño que el chico en su inseguridad sienta celos del primogénito.

En ambas situaciones las reacciones suelen ser de lo más variado: rabietas, mal humor, mentiras, una especial propensión a “chinchar” al hermano envidiado... En cualquier caso, para todas ellas existe una excelente medicina: la calma.

Alegría

Asimismo, es conveniente que recordemos que los niños suelen imitar las conductas de sus padres. Por ello, siempre es bueno que evitemos hacer delante de ellos ciertos comentarios.

Si el ascenso injusto de nuestro compañero de trabajo nos sienta mal, por ejemplo, procuraremos no manifestar nuestro malestar delante del niño. Al fin y al cabo, podría hacer una generalidad de lo que no deja de ser una mera anécdota.

Para evitar que nuestro hijo se convierta en un envidioso el día de mañana conviene despertar en él la capacidad de admiración por otras personas, entre ellas sus hermanos, así como la necesidad de sentir y demostrar alegría por el triunfo de los demás.

Aunque eso suponga que tengamos que esforzarnos por esbozar una gran sonrisa cada vez que nuestro hijo pierda un partido. A cada hijo debemos aceptarlo tal y como es. Con sus puntos débiles y fuertes. Eso sí, siempre intentando potenciar sus cualidades, haciéndole ver cuántas tiene y lo mucho que le queremos.

Si aún así nuestro hijo siente cierta envidia de sus hermanos, tendremos que hacerle entender cuando esté tranquilo cuáles son las consecuencias de su desmesurada actitud: que no disfruta de nada, que sus hermanos lo están pasando mal por su culpa...

Si nuestro hijo siente celos de su hermano mayor, por ejemplo, conviene que durante una temporada no exageremos nuestros halagos o recompensas hacia aquel delante del niño.

Las comparaciones entre hermanos suelen dar lugar a que surjan rencillas. Para evitarlo podemos intentar descubrir las cualidades de cada uno elogiándolas por igual y por separado.

Por lo general, a estas edades los chicos son mucho más sutiles a la hora de expresar sus enfados. Por ello, no nos debe extrañar que nuestro hijo no dude en esperar a que nos demos la vuelta para "chinchar" a sus hermanos.

¡Fuera comparaciones!

En cualquier caso, antes de que estas situaciones se produzcan es conveniente evitar ciertas formas de actuar.

Las comparaciones entre hermanos, por ejemplo, suelen dar lugar a que surja el gusanillo de la envidia entre ellos. Por ello, intentaremos buscar cosas en las que destaque cada uno para elogiar individualmente sus cualidades.

En cuanto a las peleas, debemos procurar no tomar partido por ninguno de nuestros hijos por mucho que seamos conscientes de que la paciencia del mayor tenía que tener un límite. Si lo hiciésemos estaríamos dando lugar a posibles acusaciones como: ¡Siempre le defiendes a él! Aunque esto no sea del todo cierto.

Por último, conviene que recordemos que cuando nuestro hijo se siente celoso, sufre. Por ello, no es conveniente que aumentemos su pesar con castigos, regañinas o recordándole constantemente lo envidioso que es. En esta tarea también pueden participar sus hermanos.

Si nadie le acusa de ser celoso, si poco a poco consigue entender cuanto le queremos y la gran cantidad de cualidades que posee, lentamente su personalidad se irá afianzando.

Pronto su pelusilla no será más que una anécdota de la que el mismo se reirá dentro de unos años.

Un buen método para conseguir que nuestro hijo supere sus celos es ofreciéndole responsabilidades que sepamos con antelación que puede llevarlas a cabo con éxito.

Si se le dan muy bien las manualidades, por ejemplo, podemos proponerle que nos ayude a realizar pequeñas chapuzas en casa: dar una capa de pintura a unas sillas viejas, cambiar las cortinas del cuarto de baño... De este modo, poco a poco, su personalidad se irá afianzando al irse dando cuenta de que cada uno destaca en una determinadas capacidades y que nadie es globalmente mejor que otro.

Herramientas del Artículo:

Ver más artículos del tema

Preguntas o comentarios

Envíalo a un amigo

Formato para imprimir

Descargar en PDF