viernes, 12 de septiembre de 2008

7.1.- MADUREZ AL EDUCAR


A los niños de hoy no se les educa como a los de antes. El mundo evoluciona con ritmo acelerado, las palabras mismas corren el riesgo de no tener el mismo significado.
La tarea de educación es delicada por que supone, a la vez:
+ Amor y desprendimiento
+ Dulzura y firmeza
+ Paciencia y decisión
Estas cualidades complementarias que parecen con frecuencia contrarias, exigen en el educador, no sólo corazón, sentido común o equilibrio, sino además el tomar conciencia de los objetivos y poner los medios para lograrlos.
No podemos improvisar. Tenemos una y sólo una oportunidad de educar.
“La educación de un niño comienza veinte años antes de su nacimiento con la educación de sus padres”. ¿No hay una parte de verdad en esta frase de Napoleón? .
En efecto, a veces es necesario detenerse a reflexionar sobre las decisiones que hemos tomado y cuestionarnos hasta qué punto han determinado nuestra vida.
Nuestras decisiones en torno a la educación, el matrimonio, nuestras amistades, no son sino la expresión de los valores por los que nos regimos en el momento de tomarlas.
El que durante nuestra infancia nos inculcaran ciertos valores éticos, el tener un ambiente familiar positivo, el acudir a la iglesia, el que nuestros amigos sean personas íntegras, con sentido de justicia y de respeto, influye para que nosotros seamos quienes somos, y tomemos ese marco de referencia ético para educar.
La educación, decíamos, no se improvisa; requiere de nuestro esfuerzo y dedicación. La formación de nuestros hijos no es obra de la genética ni se adquiere por ósmosis. Es fruto de nuestra constancia y perseverancia, requiere de nuestro interés y responsabilidad, implica un compromiso intelectual, emotivo, intuitivo, volitivo y activo constante.
Qué importante es tomar conciencia de que este compromiso no se puede improvisar sobre la marcha. Sólo si tenemos claro a qué queremos llegar, sabremos qué necesitamos para lograrlo, empezando por nuestro sentido moral.
No podemos dar lo que no tenemos (la palabra convence, el ejemplo arrastra). La labor principal de todo padre es enseñar a sus hijos ideales y tradiciones, y educarles en los principales valores morales que harán de ellos una persona responsable.
Un padre debe ser para su hijo un modelo moral. Preguntémonos, entonces, ¿qué aspecto de mi persona me hace merecedor del respeto, admiración y amor de mi hijo?.
Los padres necesitamos dar raíces y alas a nuestros hijos. Es decir, entrar en equilibrio entre inculcarles las raíces de las tradiciones y valores heredados y, a la vez, motivarles a ser independientes, a pensar por sí mismos. ·
Las raíces sirven para profundizar en la identidad personal y la integridad moral de una sociedad a menudo desarraigada y para proporcionar un fundamento sólido y una guía en el camino de la vida. · Las alas sirven para construir la propia vida. Los padres requerimos de una estrategia a largo plazo para el crecimiento de los hijos.
Empezar por preguntarnos, no tanto que van a hacer y a tener nuestros hijos cuando sean adultos, sino que ¿qué clase de hombres y mujeres queremos que sean nuestros hijos en la madurez? antes que el tener y el hacer tenemos que configurar el “ser” para que el hacer y el tener estén en función del ser: de un Ser Integro y Comprometido con Dios y la Sociedad, una persona enamorada de la vedad y del bien. No hay dos familias idénticas, pero es útil saber qué debe evitarse; precisa un conocimiento de los obstáculos y aprender a evitar los errores de otros o, al menos, querer hacerlo.
Es difícil pensar a lo que estarán expuestos nuestros hijos en unos años, pero la falta de previsión, la ingenuidad o la falta de conocimiento no nos ayudarán a formarlos como queremos. Basta ver un poco las estadísticas actuales.
Imagínense una escuela con 500 niños y entre ellos, los nuestros. De ellos:
+ El 100% estará expuesto a pornografía socialmente aceptada (con todo el riesgo que esto implica para su relación con el sexo opuesto y su matrimonio futuro)
+ 70% a 90% experimentará relaciones prematrimoniales
+ 20% a 40% vivirá en unión libre antes del matrimonio
+ 90% será invitado a probar drogas
+ 10% tendrá serios problemas de adicciones
+ 10% a 20% experimentará problemas psicológicos, principalmente la depresión
+ 50% estarán divorciados al llegar as los 30 años.

Los problemas no aparecen de repente o surgen exclusivamente por las malas compañías. Lo que hayan hecho o dejado de hacer los padres durante la infancia, será la influencia directa en el cómo los niños resistirán –bien o mal- las presiones del materialismo, la tentación de abandonar los valores cristianos o dejarse llevar por un estilo de vida diferente.
Para la sociedad actual, el propósito en la vida es obtener placer y evitar el dolor. Los niños en la adolescencia, adquieren nuevas e ilimitadas formas de placer, poder y fuentes de ilusión. Tan fuerte es la tendencia natural al conformismo y tan poderosa la seducción para dejarse llevar por las tentaciones, que requerirán de una gran fuerza interior, una gran fuerza de voluntad que los ayude a resistir.
Las presiones de sus amigos sólo pueden tener efecto cuando hay un vacío en el carácter del niño.
Una conciencia bien formada, creencias religiosas firmes, una relación de oración con Dios, confianza en la capacidad de juicio de los padres, un hábito cotidiano de autocontrol (el saber decir no a nuestros sentimientos), respeto a los derechos de los demás, son rasgos de carácter que conforman la voluntad del joven.

¿CUÁLES SON LAS SEÑALES DE PELIGRO EN EL AMBIENTE FAMILAR DE LOS NIÑOS?

1. Cuando los padres ceden fácilmente ante los deseos de los niños, aunque consideren que es un error. Frecuentemente admiten cosas que no aprueban y los niños aprenden a dejarse llevar por los deseos sin considerar un juicio de conciencia. Los deseos y sentimientos se convierten en una guía de acción.
2. Cuando la tolerancia de los hijos ante las incomodidades es muy baja. Tienen un verdadero horror al dolor físico. Mediante el ruego constante, logran escaparse de las responsabilidades molestas: clases extras, ayuda en el hogar, despertarse temprano, etc...
3. Cuando los niños tienen mucho dinero para gastar. Disfrutan comprando comida chatarra y no tienen medida para los dulces. Pueden consumir lo que quieran y en donde sea. A donde van, piden que se les compre algo.
4. Cuando los padres no practican preceptos religiosos. Familias en las que no hay oración. Los niños no ven en sus padres una forma de vida que demuestre su amor a Dios y su sentido de responsabilidad ético. Ante los ojos de los niños, los adultos no sólo deben ser responsables de cumplir una apretada agenda, deben de ser ejemplo de vida espiritual y compromiso con Dios. (Sucedió en un colegio que una niña de primaria le dijo a su miss de moral que quería ser ya grande para poder dejar de ir a misa como su papá).
5. Cuando las familias le dan más importancia a los eventos sociales que a la atención de sus hijos.
6. Cuando el padre no es una figura moral fuerte en el hogar porque relega las cosas de ética y religión a la esposa.
7. Cuando los hijos conocen poco de la vida de sus padres o abuelos. Se ha dado el caso de que no saben siquiera en qué trabaja el papá (¿Tus hijos o tu esposa conoce tu oficina?).
8. Cuando las conversaciones de sobremesa se reducen a temas de entretenimiento (comida, tele, diversiones) o se convierten en chismes sobre otros. No hay oración para bendecir los alimentos.
9. Cuando hay poco o nulo respeto para gente ajena a la familia: amigos, maestros, ancianos, personas de servicio. El “por favor” y “gracias” no forman parte de su vocabulario (en Navidad pueden abrir cientos de regalos y, antes de decir gracias exclaman: ¡ay, ya lo tengo!).
10. Cuando los hijos se quejan de las cosas que no pueden cambiar: el clima, retrasos lógicos diferencias personales. Su forma más común es quejarse: ¡ay, qué aburrido!
11. Cuando los adultos les resuelven todos los problemas y aprenden a huir de ellos y no enfrentarlos (la droga y el alcohol son inventos muy eficaces para evadirse).
12. Cuando los hijos ven a los papás como personas agradables (buena onda) pero no fuertes o dignas de admiración y respeto.
13. Cuando los niños no tienen un pasatiempo como no sea ver la tele o jugar Nintendo.
14. Cuando los padres no son ejemplo para los hijos en lo que ven y con que tipo de gente se llevan, enviando así un mensaje a sus hijos de que ellos también podrán ver cualquier cosa cuando sean adultos. La diferencia entre lo bueno y malo es cuestión de edad.
15. Cuando los niños se forman opiniones basadas en la media, cuando son víctimas de la publicidad, no reconocen las trampas comerciales o ideológicas.
16. Cuando en la escuela no toman su responsabilidad como seria. No aceptan correcciones de los adultos.
17. Cuando no les importa cumplir con modales sociales en el vestir o en el comportamiento público.
18. Cuando el peor castigo que pueden recibir es dejarles leer o ponerlos a razonar.
19. Cuando no tienen sentido del tiempo. Rara vez pueden esperar a que se les de algo.
20. Cuando tratan a los adultos como iguales. A estos niños, al llegar o al acercarse a la adolescencia, les falta algo.
· Donde debería existir una conciencia firme, se encuentra un embrollo de emocionalismo o sentimentalismo estúpido.
· Donde debería existir una clara voluntad, hay reacciones por estímulo. · Donde debería existir un deseo de asumir las responsabilidades, está la intención de prolongar una vida infantil de forma indefinida.
· Donde debería haber fortaleza de carácter, hay un una debilidad que lo hace vulnerable a cualquier situación de peligro para su integridad.

Entonces, ¿cuáles son los ERRORES en la educación?:
  • No pensar suficientemente en qué clase de hijos queremos formar.
  • No darse cuenta del daño a largo plazo que les hacemos al satisfacer todos sus deseos.
  • Relegar en la escuela, en las estructuras sociales o medios de comunicación la responsabilidad de educar.
  • Subestimar el ejemplo que damos.

¿QUÉ VAMOS A HACER?:

1. Rezar por ellos. Todo es más fácil con la ayuda de Quien nos pensó y quiso desde siempre. El sabe cómo somos, cuáles son nuestras debilidades y fortalezas. Confiemos en Dios.

2. Definir entre los esposos el perfil educativo para CADA HIJO en particular. Tener un esquema claro y afinarlo.

3. Modificar aquello de nuestro carácter, definir la formación que requerimos. El respeto de nuestros hijos no es al “padre perfecto” sino al que se esfuerza y crece para mejorar.

4. Confiar en la autoridad que tenemos y no buscar la popularidad con nuestros hijos cuando cuestionen nuestras decisiones. Buscar el respeto y no sólo el cariño de nuestros hijos.

5. Dejar claro que confiamos en sus buenas intenciones y tenemos fe en su honestidad, pero no en su inexperiencia.

6. Postergar los satisfactores inmediatos. Valorar el esfuerzo por encima de la comodidad.

7. Buscar consejo en libros, cursos, en otras parejas de juicio recto.

8. Lo más importante: Tener confianza comprometida y alegría en la “aventura” de formar a la familia.

SI NUESTROS HIJOS NOS VEN FELICES Y FUERTES EN NUESTRAS CONVICCIONES, TENDRAN UN MODELO PARA SUS PROPIAS VIDAS DE ADULTOS.