martes, 30 de septiembre de 2008

2.- APRENDER A DARSE-

En la introducción, partimos de la importancia de la familia como célula vital de la sociedad. Y la familia es una comunidad de amor, pues es éste el motor vital de la misma.
El amor, no en un sentido poético, sino en una función unitiva y dinámica entre seres humanos. Si hay algo que pueda explicar las acciones del hombre, su unión con otras personas, y por consiguiente, todo el ciclo familiar que se inicia desde el matrimonio, ese algo es el amor.
El amor es el principio y fuente creadora, porque el hombre fue creado por amor y para el amor. Todas las manifestaciones del ser humano hacen patente esta tendencia: el amor es lo que identifica a la persona, la capacidad de amar es exclusiva del ser humano.
El vínculo entre las personas debe ser el amor, el principio interior, la fuerza permanente y la meta última para vivir, crecer y perfeccionarse.
Esta podría parecer una postura ideal o muy utópica en los convulsionados tiempos en los que vivimos; sin embargo es muy importante recordar también que aunque el amor es el motor que impulsa la unión del hombre y la mujer en el matrimonio, y por ende, el nacimiento de una familia, es la voluntad, el mutuo consentimiento del varón y mujer, sobre lo que se funda el matrimonio, estableciendo un vínculo.
Para realmente amar hay que conocer qué es el amor. En tanto descubramos su profundidad, creceremos más en la capacidad de amar.
EL AMOR ES LA DINAMICA ESENCIAL DEL SER HUMANO.
Es dinámica, pues abarca diferentes etapas, se expresa en todos los ámbitos de la personalidad humana y a lo largo de toda nuestra vida.
Es esencial, pues constituye el principio, la idea por la cual el hombre fue creado y el fin para el cual existe. Esta será la actividad del hombre por toda la eternidad (“Ahora están presentes la fe y la esperanza, pero al final sólo existirá el amor”).
El amor es la única razón que justifica la existencia de todos y cada uno. El universo entero se creó por amor. El amor es el acto supremo de la libertad, la actividad reciamente humana por la que una persona elige y realiza el bien del otro.
REQUISITOS PARA EL AMOR AUTENTICO:
1. Querer amar, como un acto de voluntad humana. No por conveniencia o porque me gusta, me apetece o me interesa.
2. Buscar el bien de la otra persona, lo que la hace feliz y la perfecciona. Buscar el bien del otro precisamente en cuanto al otro, no por mí, sino desde mí para el otro, tal cómo es.
ELEMENTOS QUE SE DAN EN EL AMOR:
a) Corroborar en el ser. Es el principio de todo amor de amistad, del amor verdadero. El amor tiene la virtud de “hacer real” a la persona que amamos, no nos es indiferente, nos importa por encima de todas las cosas; es más, su realidad llega a ser nuestra propia realidad. (“Deseo con todas las fuerzas de mi alma que existas”. “¡Qué maravilla que hayas sido creado!”).
b) Deseo de plenitud. El amor no sólo aspira a que el ser querido viva, sino que viva bien, que llegue a su plenitud, que alcance su perfección, lo cual corresponde exactamente a uno de los fines del amor conyugal. ¡Qué compromiso tan grande, como pareja, el lograrlo!
Únicamente el amor nos hace capaces de penetrar en una persona, admirar la grandeza y los matices que encierra, y potenciarlos por el amor.
¿No es esto lo que hacemos con ese bebé que se nos da en el hospital, incluso desde que sabemos que viene en camino?
Qué bueno sería pensar lo mismo para nuestra pareja, anticipando un proyecto de perfeccionarnos para todo lo espléndido que podemos llegar a ser. (“No sabrás todo lo que valgo hasta que no pueda ser, junto a ti, todo lo que soy “, es decir, “ te quiero por lo que eres y por lo que llegarás a ser”).
Esto incluye amarlo con sus defectos, poniendo los medios para que las imperfecciones vayan siendo superadas. Amar significa admiración, crecimiento para no decepcionar las esperanzas que otro puso en mí, desde su amor. ¿Cómo? Saliendo de mi propio apego, sin absorber al otro, evitando dominar.
c) Entrega. Es la culminación del amor; el que verdaderamente ama se da en la donación total de sí mismo con y desde nuestro propio ser. Esto implica superar nuestros propios instintos y conquistar así la propia plenitud como persona.
El hombre es la única criatura que Dios ha amado por sí misma y no puede encontrar su propia plenitud sino en la entrega de sí mismo a los demás. El egoísta es incapaz de amar.
La madurez afectiva amplía la capacidad de amar, de salir del “vivir para mí” y alcanzar un “vivir para ti”. Dicho de otra manera, “la primacía de ti, no para mí, sino en cuanto a ti”. (“Cuando te conocí, se realizó un proceso intelectual de fuera, hacia dentro de mí. Hoy te amo y ese amor sale de dentro”).
LA RECIPROCIDAD EN EL AMOR
Lo primero que siente quien ama que es la aprobación de sí mismo. Sabe que es alguien que tiene una misión insustituible y lo mismo pasa con el que se sabe querido, ya que comprueba que existe, que su existencia no es vana. (“Tu me haces ser, te necesito para ser yo”). Requerimos de las personas para que refrenden nuestra existencia.
Al sentirme amado, soy capaz de dar vida a mis capacidades. Empujado por el amor del que me quiere, lograré ser quien soy. (“Por esto te quiero y necesito ser amado”).
En este instante entra en juego la libertad para corresponder o no al amor, y aceptar las exigencias de sentirse querido.
FORO: publica tu comentario sobre este tema, solo responde a esta pregunta:
¿Te habías parado a pensar alguna vez, que el amor que te unio a tu pareja, tenía todas estas connotaciones?