viernes, 29 de agosto de 2008

10.A.- CARACTER INQUIETO.

A. Carácter Inquieto (Emotivo-noActivo-Primario)
Una persona con carácter Inquieto es idealista y muy sensible, siente la necesidad de tener emociones y de vivir intensamente.

1. Descripción de los rasgos más característicos.

Una persona con carácter Inquieto es idealista y muy sensible, siente la necesidad de tener emociones y de vivir intensamente. Por su emotividad, su reacción a las impresiones es inmediata e impulsiva, cambia de humor según la emoción del momento, pasa del entusiasmo al desaliento, de la alegría a la tristeza y del amor al odio.

Busca resultados inmediatos y que no impliquen mucho esfuerzo, le resulta muy difícil centrarse en el trabajo. Es perezoso, distraído, inconstante e irreflexivo. Tiene pocos intereses intelectuales. Está mal dotado para la comprensión, la memorización, la abstracción y el razonamiento lógico.
Su inteligencia es más intuitiva que lógica. Tiene una gran predisposición para la literatura, poesía y las bellas artes. Destaca por su imaginación viva y la expresión espontánea.

Entre sus potencialidades se puede decir que es sumamente sensible a la belleza, su comportamiento social es agradable y generoso lo cual le hace tener muchos amigos, aunque sean superficiales. Es delicado, alegre; generalmente optimista y afable. La emotividad es su fuerza. Su valor dominante es la diversión, la alegría de vivir el momento actual.

La mayor limitación caracterológica es su movilidad tanto sentimental como de humor. A veces quiere huir de sí mismo, a base del alcohol o de los amigos, por esa emotividad que le impide sistematizar su vida.

2. Comportamiento religioso.

El inquieto experimenta el contacto con Dios de una manera rápida, muchas veces con mucha fantasía. Este tipo de carácter se siente atraído hacia el ideal religioso. Experimenta una potente necesidad de amar y de imitar a alguien, sin embargo, por ser no activo, no está predispuesto al esfuerzo que supone el servicio de Dios o del prójimo.

Siente la piedad como emoción religiosa y frecuentemente bajo un punto de vista estético o poético. Ama la oración breve y personal que le conmueva. No tiene aptitudes para la meditación, o se distrae, o se duerme. No hace reflexión evangélica, sino que lee el Evangelio como una novela, por esa hambre de emociones y de imágenes rápidas.

Su religiosidad es superficial. Las pruebas: enfermedades, decepciones, la muerte de un amigo, le pueden ayudar a volver momentáneamente hacia Dios, pero su vida no cambia realmente porque sus reacciones son fugaces. A este carácter espontáneo, movedizo y cambiante le resultan duros los compromisos metódicos, la disciplina, los horarios.

No puede estar tranquilo. Sometido a la inspiración del momento, se distrae o se aburre. Le cuesta la vida espiritual y el apostolado organizado. Si se afirma que la santidad consiste en la constancia de hacer la voluntad de Dios, la santidad del nervioso consistirá en la constancia de levantarse de sus inconstancias en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

El inquieto está muy expuesto a la incontinencia sexual. Muchas de sus excitaciones terminan en pecado, dada su gran impulsividad, sobre todo cuando se trata de jóvenes. Debido a su gran sensibilidad por la belleza, su afán de novedad y su desmesurada vanidad, busca en el amor sensaciones pasajeras y no la fidelidad de un amor profundo.

3. Pedagogía pastoral.

La iglesia cuenta con grandes santos con este carácter, por ejemplo san Francisco de Asís que, con el amor personal a Jesucristo, encontró un fundamental apoyo para su santificación personal y para influir en la vida de la Iglesia.

a. Flexibilidad y constancia.

El formador requiere de mucha prudencia para no herir la gran susceptibilidad de este tipo de carácter. Hay que escucharlo y acogerlo con paciencia y comprensión. El formador debe mostrarse acogedor, cordial, lleno de confianza y dispuesto siempre a animarle. Su dirección espiritual debe ser flexible pero constante.

Si el orientado es inquieto y en la dirección espiritual siente que se le oprime, fácilmente puede explotar. Por una parte, no hay que aplastarle con brusquedades o ironías, y, mucho menos, ridiculizar su nerviosismo. Pero tampoco hay que favorecer su egocentrismo o dejar que sea esclavo de sus nervios. Tan mala es una dirección espiritual severa como una blanda, ambas corren el riesgo de hundirle en un sentimiento de rebelión o de provocar fugas o agresiones.

Se le debe ayudar a conocerse; de un modo afable, no hiriente, hacerle ver las dificultades de su carácter. Si el formador es hiriente o brusco acaba con toda posibilidad de relación, hay que apoyarle para que el mismo descubra los aspectos negativos de su carácter y sugerirle los medios para controlarlo.

El formador puede tener mucha influencia en su vida, ya que este tipo de carácter siente fácilmente la influencia positiva de las personas, a las que intenta luego imitar. Experimenta la necesidad de la dirección espiritual y quiere colaborar, porque es generoso, además le gustan las conversaciones espirituales.

b. Metas cortas y atractivas.

Es necesario habituarle al esfuerzo personal y progresivo porque le cuesta el trabajo sistemático. Por ser muy primario, el nervioso se desanima pronto, hay que ayudarle a disciplinar su trabajo, a centrarse en lo que hace y a organizarse.
Hay que darle metas escalonadas. Eso ayuda mucho. A un inquieto se le deben proponer programas mensuales o semestrales; incluso, ponerle medios dinámicos para lograrlas, no medios fríos. No se puede abusar de su esfuerzo porque, al contar con bases poco profundas, se puede desmoronar fácilmente. Un esfuerzo por metas y medios ágiles es la clave para su perseverancia y superación.

c. Dominio interior.

Firmeza para lograr el dominio de sí mismo, es un objetivo importante que se debe lograr. Si se le deja actuar a su antojo puede llegar el momento en que se convierta en un esquizofrénico. Es esencial acostumbrarle a ser reflexivo, no dejarle actuar a lo primero que le salga o a lo primero que se le ocurra. Acostumbrarle a reflexionar antes de hablar y de actuar; que domine esos movimientos desordenados primarios. Aconsejarle una metódica y constante disciplina para salir de su precipitación, ligereza e inconstancia. Que trabaje en el desarrollo de hábitos de la puntualidad, el orden, y la responsabilidad en el trabajo.

El dominio propio y la pureza de intención acabarán progresivamente con sus errores y le pondrán en el camino de Dios. Darle confianza, que se convenza de que puede lograr ese dominio interior profundo. Su formación espiritual deberá centrarse en el desarrollo y control de su emotividad.

d. Reflexionar en las actitudes.

Hay que orientar al inquieto sobre el verdadero sentido del pecado, esto es, que vea su pecado en relación con Dios y no en relación consigo mismo. Luego hay que dirigirle para que reflexione en sus actitudes, porque muchas veces el nervioso analiza sólo lo que ha hecho y no por qué lo ha hecho.

El formador normalmente ve lo exterior y con frecuencia esto le puede mortificar. No hay que fijarse tanto en las faltas que pueden resultar innumerables. Un nervioso hace tantas tonterías que impacienta a cualquiera. Hay que ayudarle a profundizar en las actitudes que producen esas constantes fallas para que ponga soluciones de raíz.

En el campo de la sexualidad y castidad hay que orientarle hacia la calma y el sentido de responsabilidad personal. Todo debe encaminarse hacia las actitudes y el sentido de responsabilidad y de reflexión.

e. El apostolado.

Finalmente se debe encauzar su inquietud y fuerza pasional hacia el apostolado. Su generosidad le puede llevar al sacrificio; su afectividad, a darse y a amar si se le presenta un ideal noble y elevado.

A un nervioso hay que darle responsabilidades, que trabaje, que desarrolle su inquietud en labores perdurables. Pero es necesaria la supervisión, no conviene dejarlo solo por su inconstancia, porque vuelve al egocentrismo y a realizar lo que su capricho le dictamina.



Herramientas del Artículo:

Ver más artículos del tema

Preguntas o comentarios

Formato para imprimir

Descargar en PDF