domingo, 21 de septiembre de 2008

5.-COMUNICACION ENTRE PADRES E HIJOS

Esperar a que aparezcan las crisis para tratar de iniciar procesos de comunicación es algo muy arriesgado y poco eficaz. Una verdadera comunicación implica diálogo, es decir, que se habla y se escucha, pero sobre todo esto último: se escucha, no solamente se oye, sino que se ponen en juego los oídos y la mente. Se busca: captar, comprender, sintonizarse con lo que la otra persona está queriendo decir, no solo a través de sus palabras, sino también por medio de su cuerpo, sus actitudes, miradas, e incluso, por medio de sus silencios. Los padres tienen que darse la oportunidad y tomarse el tiempo necesario para hacer un alto en el camino, y analizar la forma como se están manejando los momentos de comunicación con cada uno de los hijos. Es válido preguntarse si esos momentos realmente son de dialogo, o se han convertido en un monólogo, en sermones, en críticas o en regaños. Errores en la comunicación con los hijos Muchas veces los problemas son un simple resultado que era de esperarse, pues simplemente son el fruto lógico de lo que se ha ido sembrando durante el proceso de desarrollo de los hijos. Por lo mismo, los padres deben estar conscientes de que es necesario sembrar para poder cosechar, y esa siembra se tiene que realizar, en forma continua, desde las primeras etapas del desarrollo de sus hijos. Suele suceder que cuando los hijos son pequeños, los padres no les prestan suficiente atención haciéndoles sentir que todo lo que dicen es irrelevante por ser pequeños. Se demuestra a los niños, una y otra vez, que hay muchas cosas que tienen mayor prioridad que dedicar tiempo a escuchar al hijo, o prestar atención a lo que éste quiere preguntar o compartir. Cuando ese tipo de comportamientos por parte de uno o ambos padres, se presenta en forma repetitiva, los hijos se dan cuenta de que no les resulta positivo buscar la opinión o el consejo de sus padres y aprenden a guardarse sus inquietudes y pensamientos, procurando acudir a sus amigos para comunicarse, sentirse escuchados y tomados en cuenta, y de esa manera, poco a poco, de forma casi imperceptible, se va construyendo un muro, una barrera que marca distancia entre padres e hijos impidiendo el flujo de la comunicación. Desgraciadamente, los padres muchas veces no se dan cuenta de eso hasta que ya es demasiado tarde, es decir, cuando comienzan a aparecer las situaciones problemáticas y las crisis, particularmente durante la adolescencia. Si se hace un análisis honesto de este tipo de situaciones, no debe resultar extraño que los hijos, especialmente al llegar a cierta edad, encuentren difícil y hasta molesto el comunicarse con sus padres. Por eso es muy importante sembrar un ambiente de apertura y receptividad, para poder cosechar disponibilidad y confianza por parte de los hijos. Abriendo Caminos De Comunicación Con Niños Querer formar caminos de comunicación cuando los hijos están en plena crisis resulta sumamente difícil, por eso es importante adelantarse y comenzar a desarrollar la apertura, la confianza y la comunicación desde mucho antes. Entre los medios que hay ayudado a algunas familias a establecer una comunicación abierta con sus hijos, desde que éstos eran pequeños, se pueden citar los siguientes: Contar con momentos especiales. Definir tiempos específicos, dedicados totalmente a “platicar en familia”. Aprovechar oportunidades. Capitalizar situaciones como las charlas de sobremesa para dejar que los niños hablen, sin que los interrumpan ni los adultos, ni sus hermanos y dando oportunidad a todos. Enfoque total. Cuando un hijo de manera espontánea se acerca a hablar con alguno de sus padres, dejar lo que se está haciendo y hacer contacto visual con él para escucharlo atentamente, demostrándole que lo que tiene que decir es realmente importante para sus padres. Tiempos individuales. Propiciar ocasiones para estar a solas con cada hijo en particular, y en forma espontánea pedirle que platique algo que sea de su interés: su deporte favorito, sus amigos, la película que vio. Abriendo Caminos De Comunicación Con Adolescentes Resulta incomprensible para los padres de adolescentes, el constatar que sus hijos prácticamente no hablan cuando están con ellos; pero cuando se comunican con sus amigos, sufren una verdadera transformación pues ya sea por teléfono o personalmente, hablan sin parar y el tiempo les resulta insuficiente para expresar todo lo que traen en mente. Parece ser que esa cultura de incomunicación con los padres va en aumento. ¿Qué es lo que está pasando? Estudios de investigación revelan que los niños y jóvenes actuales son más dependientes de sus amigos y compañeros de lo que sus predecesores solían ser. Los resultados de esos estudios, no son ningún consuelo para los padres, pero ponen en evidencia el hecho de que los padres de hoy, debemos esforzarnos mucho más, para poder comunicarnos con nuestros hijos adolescentes. Si se logra que la comunicación con los hijos sea buena, la relación en general será buena y tendremos mayores posibilidades de ayudarles. Aunque no se pueden conseguir resultados sin trabajo y esfuerzo, si se puede lograr que los esfuerzos se enfoquen adecuadamente, especialmente si se toma en cuenta lo siguiente: Crear momentos especiales. En cada familia se puede instituir que al menos una vez a la semana, haya un evento que congregue a la familia de manera informal y en un ambiente agradable para todos: preparar una carne asada, o mandar traer una pizza y hacer lo necesario para que ese evento sea un punto de convivencia y de plática tan atractivo, que todos los miembros de la familia estén esperando con gusto ese momento. Si el ambiente es realmente positivo, la comunicación se dará sin problemas, en forma espontánea y natural. Presencia física. Cuando los hijos se hacen más independientes y pasan más tiempo fuera de casa, es común que los padres aprovechen también para salir de casa. Sin embargo, es importante que los papás busquen “intencionalmente coincidir” para que al menos uno de ellos esté en casa cuando los hijos llegan. Los hijos se darán cuenta de que hay alguien que los recibe y está disponible para hablar con ellos cuando lo requieran. Y aunque en muchas ocasiones no se suscite un diálogo, con una vez que ocurra, la espera valdrá la pena, porque mantendrá vivo ese canal de comunicación. Quedarse un fin de semana en casa y demostrar que también en casa uno puede disfrutar de ocio, con los otros, sin recurrir a diversiones envasadas. Cultivar las oportunidades. Hay ocasiones, aunque no frecuentes, en que los hijos espontáneamente se acercan a alguno de los padres para comentar algo. Son oportunidades que hay que aprovechar para que el hijo se sienta escuchado, tomado en cuenta, respetado y apoyado. Pero para que eso suceda, los padres tienen que hacer lo necesario para que en ese momento el hijo sea su único centro de atención. Por desgracia, muchas veces ganan las ocupaciones y esas oportunidades, que difícilmente se repiten, se escapan de las manos. Aprovechar experiencias de alto impacto. A veces sucede que alguno de los hijos es sacudido por algún acontecimiento cercano a él, como: la muerte de un compañero; el arresto de algún conocido; el éxito espectacular de alguien cercano, o el embarazo de una compañera adolescente. Situaciones como las citadas, son oportunidades de oro par escuchar la opinión de los hijos, conocer su manera de pensar ante esos hechos, e inducirlos a que saquen conclusiones y aplicaciones prácticas. ¡Atrévete a hablar con tus hijos! Recordemos que todos los seres humanos somos únicos e irrepetibles. Y, por lo mismo, un hijo no es igual al otro. Hay que observar, estudiar y conocer a cada uno de ellos. Muchos padres desean, erróneamente, que todos los hijos sean iguales: quietos, estudiosos, cariñosos, deportistas. Pero Dios nos ha dado a cada uno determinadas habilidades o dones que hay que descubrir y explotar. Así poder exigir a cada uno de ellos según sus alcances y limitaciones. Por otro lado, a los padres se nos olvida que somos humanos con errores y aciertos, con defectos y virtudes, con limitaciones, sentimientos, en una palabra, somos personas, no dioses. Qué hermoso sería que nuestros hijos nos vean como se ve y acepta a un amigo y que digan: “Mis papás tienen errores como todos, pero los quiero así como son”. Es lógico que a nuestros hijos les gusta que sus padres sean personas, no dioses. Mucho menos, actores que están representando un papel pretendiendo ser algo que no son. También, no olvidemos que las palabras no educan, sino más bien las actitudes que los hijos observan a diario. Es decir, enseña más lo que hacemos que lo que decimos. Por esto, es importante ser congruentes entre lo que decimos y lo que hacemos. La comunicación conyugal es un factor necesario dentro de la comunicación familiar. Si la primera marcha bien, la segunda correrá sin tropiezos. Comunicación con los hijos según su edad. Para poder educar y comunicarse correctamente con cada uno de nuestros hijos conviene distinguir las características de cada uno, dependiendo en primer lugar de su edad, ya que las necesidades y manera de pensar serán diferentes. Primera etapa, (0-5 años): Que podríamos llamar preescolar, se están colocando los cimientos de todo el edificio; toda la información y vivencias del niño quedarán fuertemente grabadas como impresiones dotadas de carga emocional y afectiva, más que racional. En esta etapa es importante: * Aceptarlo con amor, desde antes de nacer, y al nacer, sin rechazar su sexo ni sus capacidades individuales. * Comprender y aceptar sus sentimientos, y ayudarlo a irlos controlando en forma creciente. * Iniciar suave y tolerante formación de horarios desde la cuna, ya que facilitará la adquisición posterior de hábitos de orden y templanza. * Estimular y dirigir su curiosidad natural, por medio de juegos, paseos, espectáculos en donde esté recibiendo mensajes positivos. ¡Cuidado con la televisión!, ya que el niño capta sin razonar. * Premiar y felicitar, reconocer y alentar sus acciones positivas, que él escuche cuando hablamos con otras personas, pero sin inventar. * Valorar y respetar sus opiniones ubicándolas en su edad, y ajustando o corrigiendo sus juicios erróneos con suavidad y sin menosprecio o burla. * Responder todas sus preguntas con veracidad y de acuerdo a su capacidad de comprensión. * Poner con firmeza, constancia y amor, límites razonables a su conducta y facilitarle las “reglas del juego”; cuando falte a las reglas, corregir y reconvenir, pero sin calificar negativamente a su persona (“eres malo, desobediente, burro”, etc.). * Si necesitamos privarlo de un bien deleitable, no ceder ante expresiones de tristeza, rabia o llanto. * Ir dando responsabilidades dependiendo de su edad; acomodo de juguetes, cajones, cuidado de una mascota, planta. etc. * En todas las etapas es importante lo que los padres hacen y no lo que predican; el niño capta por amor e imitación de aquellos a quienes admira. Segunda etapa, (6-11/12 años): Todas las consideraciones anotadas para la primera etapa, siguen siendo válidas, con la lógica adecuación de mayor capacidad racional para entender explicaciones más amplias y profundas. También se les debe fomentar el trabajo en equipo y virtudes como: responsabilidad, solidaridad, generosidad, humildad, fortaleza, justicia, templanza. Tercera etapa, (13-18/20 años): En esta etapa debemos conocer las características del adolescente: menos abierto, menos receptivo, búsqueda de la independencia, identificación con otros patrones de conducta, edad de los enamoramientos, busca al amigo íntimo que no lo critique, susceptible, busca sobresalir y ser mejor que sus padres, le gusta que le den confianza y seguridad. La mujer adopta actitud de coquetería y el hombre de jactancia. Algunos problemas de comunicación que pueden surgir entre padres e hijos Ordenando, dirigiendo, mandando. “No me importa lo que quieras hacer, entra a la casa en este instante“, “deja de molestar”, “no toques”, etc. Todos estos tipos de mensajes dicen a los hijos que sus sentimientos o necesidades no son importantes, no valen y que se deben conformar. Producen temor, resentimiento, hostilidad. Advirtiendo, amonestando, amenazando. “Si haces eso te pasará...”, “si no dejas de jugar a eso te pegaré”, etc. Estos mensajes pueden hacer que el hijo sienta miedo y se someta, pero también invitan a hacerlo para tantear a sus padres, si son capaces de cumplir las amenazas. Exhortando, moralizando, sermoneando. “Deberías”, “tendrías”, etc. Tales mensajes hacen que se practique en el hijo el poder de la autoridad, del deber, de la obligación y éste puede responder con resistencia, defendiendo su postura con terquedad. Además, el hijo piensa que su padre no confía en él, provocando sentimientos de culpa. Aconsejando, proporcionando sugerencias o soluciones. “Tu madre y yo sabemos qué es lo mejor para ti”. Estos mensajes con frecuencia hacen que el hijo piense que el padre no tiene confianza en el juicio o capacidad de él, puede ocasionar dependencia, o resistencia a todo lo que sus padres le digan. Juzgando, criticando, culpando. “Es que tú tienes la culpa; si hubieras...” Estos mensajes son sumamente graves, hacen que los hijos se sientan inferiores, estúpidos, sin ningún valor, malos, baja su propia estima etc. (“escuché tantas veces que era malo, que lo empecé a creer”, “si se lo digo me criticará”). Además, siempre se pondrán a la defensiva para protegerse, sentirán que no son amados, y llegarán a sentir odio por sus padres. Poniendo apodos, ridiculizando, avergonzando. “¡Mira qué sombras te pusiste en los ojos, te ves ridícula, pareces vampiro... o mujer de la calle!”, “¡Pareces vieja con esa greñas!”, etc. Dichos mensajes pueden tener un efecto devastador en la imagen que tiene de sí mismo. Pueden hacer que el hijo se sienta sin valor, malo, que no lo aman, y la respuesta más frecuente de los chicos hacia esos mensajes es la devolución del golpe (“este viejo ridículo, anticuado no se ha visto en el espejo”). Estos mensajes, que tratan de influir en el hijo, tienen menos posibilidades de hacerlo cambiar. Elogiando, estando de acuerdo en todo. Contrario a lo que se puede suponer acerca de lo elogios, cuando éstos son excesivos o no muy sinceros, pueden tener efectos negativos, sobre todo cuando el hijo no está muy de acuerdo con la idea que tiene de sí mismo, puede originar hostilidad. “no soy bonita, soy horrible”, “no jugué bien, fui un tonto”, etc.. El hijo piensa que se le quiere manipular, para que haga lo que sus padres quieren “sólo lo dices para que estudie más”. Además, en ocasiones se sienten avergonzados, incómodos, especialmente cuando están con sus amigos “¡Oh, papá, eso no es verdad!”. Por el otro lado pueden llegar a ser egoístas, soberbios, ególatras. Otros mensajes que pueden ser negativos: Como interpretar: “no tienes cita con esos chicos porque eres demasiado penosa”, interrogar “¿te lavaste las manos como te dije?”, preguntar “¿cuánto tiempo estudiaste?”. Es importante también consultar los siguientes artículos que hemos seleccionado sobre el tema de la comunicación con los hijos en sus diferentes etapas: Conversar con nuestros hijos: http://es.catholic.net/familiayvida/158/320/articulo.php?id=33339 en donde Guillermo Urbizu nos señala la importancia de estar pendientes de sus sentimientos, de sus amistades, de su ocio, de su formación cristiana... Papás que se hacen niños: http://es.catholic.net/familiayvida/158/320/articulo.php?id=9276 Fernando Pascual nos dice que el niño será más feliz con un papá y una mamá que juegan con él al escondite que con un costoso juego electrónico que usa sin que nadie disfrute de sus victorias. ¿Cómo debemos hablar de sexo con nuestros hijos?: http://es.catholic.net/familiayvida/158/287/articulo.php?id=21375Eduardo Armstrong, nos da un conjunto de sugerencias a los padres, que podrían ayudar a enfrentar la comunicación con más éxito en algunas de estas temidas ocasiones Lo que tu hijo adolescente desea oír de ti: http://es.catholic.net/familiayvida/158/154/articulo.php?id=2705 en donde Teresa Artola González nos dice que pesar de su aparente desapego, tu hijo adolescente espera mucho de ti, y necesita que le transmitas una serie de mensajes positivos. Roma no se hizo en un día y las cosas que valen la pena tampoco. Por lo mismo, para lograr una buena comunicación no basta con hacer uno o dos buenos intentos… La labor de formación, tiene su origen principalmente en la familia y requiere por parte de los esposos: primero que nada enfoque y acción, y luego, constancia y tiempo. SAN FRANCISCO DE ASIS “El amor es un ala que Dios le ha dado al hombre para volar hasta El”