martes, 26 de agosto de 2008

10.D.- CARACTER APASIONADO

D. Carácter Apasionado (Emotivo-Activo-Secundario)
Uno de los caracteres más ricos. La vida del apasionado está hecha fundamentalmente de sacrificio, toma muy en serio cosas tan vitales como la familia, la patria, la religión


1. Descripción de los rasgos más característicos.

Uno de los caracteres más ricos. La vida del apasionado está hecha fundamentalmente de sacrificio, toma muy en serio cosas tan vitales como la familia, la patria, la religión. La persona de este carácter es servicial, honorable, amante de la sociedad. Está dotado de una comprensión inteligente para cualquier tipo de problemas y es compasivo con la debilidad, pena o aflicción ajena.

Es, así mismo, dominador, ambicioso, apto para mandar. A veces fanático e impaciente, hasta agresivo. Peca de temeridad arrastrando a los demás consigo. Se deja guiar por la regla y por la razón, que considera como normas supremas de su obrar. De aquí que observe el orden de una manera meticulosa. Puede convertirse en un hombre o mujer severa, dura, obstinada, de las que atosigan con el ejercicio de su autoridad.
Organiza jerárquicamente su vida afectiva y es generalmente reservado. Tiene una gran capacidad de trabajo, y ese trabajo tiene como base la responsabilidad; se concentra en lo que hace y es constante y organizado. Está siempre orientado hacia la acción que desea resulte lo más perfecta posible y, generalmente, consigue llevarla a feliz término. Es además puntual y de conducta honorable.

El exceso de orden, indiferencia por los deportes, poca resistencia física, desinterés por las artes son otros rasgos de este carácter. La inteligencia del apasionado es muy apta para la abstracción y el razonamiento lógico. Sus intereses intelectuales son de carácter social, metafísico y religioso. Posee capacidad inventiva, gran memoria, buena atención, imaginación y comprensión. Prefiere trabajar solo.

La misma seriedad en lo que emprende ya constituye por sí misma una valiosa ayuda tanto para su castidad personal como en el trato con el otro sexo. Sin embargo, por su orgullo mantiene una excesiva seguridad en sí mismo que le puede hacer caer en la sensualidad y en fallas graves en el campo de la sexualidad.

2. Comportamiento religioso.

El carácter apasionado tiene un profundo espíritu religioso; anhela vivir con sinceridad y coherencia su propia fe. Comprende y siente la necesidad del ideal religioso. Se apasiona por los problemas espirituales. Posee una verdadera piedad y caridad cristianas.

Sus aptitudes le permiten aceptar un ideal elevado y sobrenatural y ser fiel al mismo, aun a costa de un esfuerzo duro y continuo. No se deja dominar por los placeres de los sentidos. Caracteriológicamente hablando, es el que está mejor dispuesto para aceptar y ser consecuente con los principios que impone la religión, especialmente en la vida práctica; no una religión vaga, meramente teórica basada en el sentimiento, sino en acciones nobles y en el esfuerzo continuo. Pero, por ser orgulloso, no acepta el servicio humilde, "yo he nacido sólo para cosas grandes"´ suele pensar.

Experimenta la necesidad de un contacto íntimo con Dios. En la oración se pone a disposición de Dios para trabajar por su Reino, porque lleva el sentido de la grandeza de Dios. Pero en esa oración busca más el objetivo que ha de alcanzar con su actividad que la fuente de donde ha de sacar los recursos para vivificarla sobrenaturalmente.

Además del innato sentimiento religioso, posee una clara disposición a orientar sus acciones y su misma vida al servicio de Dios; es muy generoso y la sobriedad en los placeres de los sentidos le facilita el progreso espiritual. Su orgullo es, sin embargo, su gran defecto, que se manifiesta en la falta de docilidad, en la excesiva confianza en sí mismo, en la independencia de Dios y de los directores en el apostolado.

3. Pedagogía pastoral.

Este es el carácter que más santos ha dado a la Iglesia, como un san Agustín, que de una juventud pecaminosa pasó a una vida llena de amor purismo a Dios. San Bernardo, santa Teresa de Ávila, san Francisco Javier, san Juan Bosco, santo Tomás de Aquino, por mencionar algunos.

a. Actitud del formador.

Al apasionado podrá ser en el plano humano, un gran hombre, y en el plano sobrenatural un gran santo; pero si se inclina hacia el mal, puede llegar a ejercer una influencia totalmente dañina, por eso la formación de apasionado requiere, de parte de los formadores, un gran interés y una grave responsabilidad.

Necesita una dirección sólida. El apasionado experimenta la necesidad de tener un guía de su alma y confía mucho en él. Quiere una dirección seria, elevada, sobrenatural. El formador no debe desvirtuar la dirección espiritual convirtiéndola en una mera conversación para pasar el rato amigablemente, debe valorizar al máximo el sentido religioso que el apasionado lleva innato.

Por ser tan emotivo, posee una marcada sensibilidad y profundo espíritu observador. Siente la necesidad de un guía que lo oriente con firmeza, pero a la vez, con suavidad. Por eso e1 formador deberá mostrársele comprensivo e inspirarle confianza y simpatía. Conocerle lo más exactamente posible para aprovechar su riqueza caracteriológica. Al tratarle, no usar ironías ni palabras ásperas o humillantes que lo desalentarían.

b. Su vida espiritual.

El formador debe hacerle ver la superioridad del ideal cristiano. Se le debe presentar lo sobrenatural bajo el signo de la caridad, como don de sí mismo a Dios y a los hombres; y hacerle ver la grandiosidad del ideal cristiano en medio del mundo actual. Hay que lanzarlo a la conquista de las altas cimas de la contemplación, como vida para su acción apostólica.

c. Combatir el orgullo y la independencia.

El apasionado no comprende la necesidad de su dependencia de Dios. Su formación debe empezar por la lucha constante contra el orgullo, que es su defecto dominante. Que se acostumbre a conocerse a sí mismo con sus cualidades positivas y sus deficiencias. Se debe educar en la aceptación gustosa, por amor a Dios, de los consejos y correcciones. Acostumbrarle a comprender y apreciar las cualidades de los demás y a amarles. A reconocer sus faltas de tacto y de delicadeza. A aceptar los reveses y fracasos, las enfermedades y la inacción. A comprender que él sirve al Movimiento y no el Movimiento a él.

d. Apostolado.

Este carácter posee extraordinarias cualidades para cualquier tipo de apostolado, sólo que le falta a veces concretar la oportunidad e importancia del apostolado. Por lo tanto hay que ayudarle a la reflexión como principio de acción; no es conveniente que tome apostolados individuales por su cuenta. Debe acostumbrarse, sobretodo, a recurrir filialmente a Dios y abrazarse a Cristo en un sentido de abandono total para poder vencer la tendencia al despotismo y a la incomprensión por las debilidades y deficiencias de los demás.

Debe prestar atención a no abarcar un campo de acción superior a sus posibilidades. Debe trabajar con la convicción de que es un pobre instrumento en las manos de Dios y que la obra es del Señor y que él dará mayor gloria a Dios si trabaja con una actitud interior de humildad y desprendimiento. Debe preocuparse por el progreso de la obra más que pensar en el honor en que se tiene su nombre.

Si se consigue convencer al apasionado de que cualquier éxito en su vida debe nacer de la fuente vivificadora de la humildad y de la entrega a Dios, se habrá encontrado el camino ideal para toda una vida de plenitud y de nobleza en todos los sentidos, y su apostolado será sumamente eficaz para el bien de las almas.

Por tanto, primero hay que ayudarle a desarrollar la propia emotividad dirigiéndola hacia un ideal superior. Segundo, fundamentar su emotividad y actividad en su capacidad organizadora. Tercero, acostumbrarle a actuar según los dictámenes de la razón y no de los sentimientos. Cuarto, prevenirle sobre la posibilidad de derrotas penosas.




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